martes, marzo 29, 2016

Poesía - Xavier Villaurrutia

Eres la compañía con quien hablo
de pronto, a solas.
te forman las palabras
que salen del silencio
y del tanque de sueño en que me ahogo
libre hasta despertar.
Tu mano metálica
endurece la prisa de mi mano
y conduce la pluma
que traza en el papel su litoral.
Tu voz, hoz de eco
es el rebote de mi voz en el muro,
y en tu piel de espejo
me estoy mirando mirarme por mil Argos,
por mí largos segundos.
Pero el menor ruido te ahuyenta
y te veo salir
por la puerta del libro
o por el atlas del techo,
por el tablero del piso,
o la página del espejo,
y me dejas
sin más pulso ni voz y sin más cara,
sin máscara como un hombre desnudo
en medio de una calle de miradas.

lunes, marzo 28, 2016

"La inflación constante de la moneda verbal" - George Steiner

«No digo que los escritores deban dejar de escribir. Esto sería fatuo. Me pregunto si no están escribiendo demasiado, si el diluvio de letra impresa a través del cual luchamos por abrirnos paso, aturdidos, no representa por sí mismo una subversión del significado. "Una civilización de palabras es una civilización malsana". Es una civilización en la que la inflación constante de la moneda verbal ha devaluado de tal modo lo que antes fuera un acto numinoso de comunicación que lo válido y lo verdaderamente nuevo ya no pueden hacerse oír. Cada mes debe fabricar su obra maestra, de manera que las prensas empujan a la mediocridad a un esplendor espurio y transitorio. Los científicos nos dicen que es tal la invasión de publicaciones especializadas, monográficas, que pronto las bibliotecas habrán de tener que colocarse en órbita, dando vueltas en torno de la tierra y sujetas a la consulta por medios electrónicos. La proliferación de la verborrea en la investigación humanística, las trivialidades maquilladas de erudición o de revaluación crítica amenazan con obliterar la obra de arte y la exigente inmediatez del encuentro personal, base de toda crítica verdadera. También hablamos en exceso, con demasiada ligereza, volvemos público lo que es privado, convertimos en clichés de falsa certeza lo que era provisional, interino, y por consiguiente vivo en el hemisferio oscuro de la palabra. Vivimos en una cultura que es, de manera creciente, una gruta eólica del chismorreo; chismes que abarcan desde la teología y la política hasta una exhumación sin precedentes de las cuitas personales (la terapia psicoanalítica es la gran retórica del chismorreo). Este mundo no terminará en llanto y crujir de dientes sino en un titular de periódico, en un eslogan, en un novelón soez más ancho que los cedros del Líbano.»

Lenguaje y silencio

domingo, marzo 27, 2016

De tiniebla en tiniebla - Thomas Bernhard

De tiniebla en tiniebla. Vida, no te comprendo. A veces siento un mareo en el alma, cuchicheos y avisos y murmullos de que me he extraviado. Lo he sentido hace un rato. Entonces he examinado el expediente de mi proceso:
las hojas de diario mediante las cuales interrogo mis dos voces interiores, la que quería y la que no quería.
Las he leído y releído, y no puedo menos de creer que la voz a la que finalmente obedecí era la que tenía razón, y la otra la que sonaba a hueco. La otra voz era tal vez la más prudente, pero de escucharla habría perdido todo respeto por mí mismo.
Y sin embargo... sin embargo...
He empezado a soñar en el pastor. Era de prever, claro, pero justamente por esto me sorprende.
Creí que podría librarme de esa prueba, precisamente porque la tenía prevista.

Comprendo que al rey Herodes le disgustaran esos profetas que andan por ahí resucitando los muertos.
Los tenía en gran estima por lo demás, pero reprobaba esa rama de sus actividades...

Vida, no te comprendo. Pero no digo que sea culpa tuya. En que yo sea un hijo desnaturalizado me parece más verosímil que el que tú seas una madre indigna.
Y al fin empieza a despuntar en mí cierto presentimiento: que lo planeado no era que el hombre
comprenda la vida. Todo ese frenesí de explicar y comprender, toda esa persecución de la verdad,
es tal vez un extravío. Bendecimos el sol porque nos separa de él la distancia precisa que nos lo hace útil.
Unos pocos millones de millas más cerca o más lejos, y nos asaríamos o helaríamos. ¿Y si con la verdad pasara como con el sol?
El viejo mito finlandés dice: el que ve la cara del dios tiene que morir.
Y Edipo. Resolvió el enigma de la esfinge y fue el más desgraciado de los hombres.
¡No resuelvas enigmas! ¡No preguntes! ¡No pienses! El pensamiento es un ácido que corroe.
Al principio crees que sólo va a corroer lo que está podrido y enfermo y que es mejor amputar.
Pero el pensamiento piensa de otro modo: corroe ciegamente. Empieza por la presa que le arrojas de mejor grado, pero no creas que con ella se sacia. No para hasta devorar tu última y más querida reserva.
Tal vez yo no hubiera debido pensar tanto; tal vez hubiera hecho mejor prosiguiendo mis estudios.
«Las ciencias son útiles porque impiden que los hombres piensen». Un hombre de ciencia lo dijo.
Más me hubiera valido tal vez vivir la vida, como dicen, o dar gusto al gusano, como dicen también.
Mejor ir a esquiar y jugar al fútbol, hacer una vida sana y alegre, con mujeres y niños. Mejor casarme y echar niños al mundo, mejor hacer lo debido. Cosas así son agarres y soportes. Tal vez ha sido también una tontería el no haberme arrojado a la política y presentado a elecciones. También la patria nos necesita. Bueno, para eso tal vez quede tiempo todavía ...
Primer mandamiento: no comprenderás demasiado.
Pero el que comprende este mandamiento, ése ya ha comprendido demasiado.
Me mareo, todo da vueltas a mi alrededor.
De tiniebla en tiniebla.

Primer linchamiento - Carl Sandburg

Hubo dos Cristos en el Gólgota:
uno bebió vinagre, otro miraba.
Uno estaba en la cruz, el otro en la muchedumbre.
Uno tenía los clavos en sus manos, el otro, agarrando
                       un martillo, clavaba clavos.
Había muchos más Cristos en el Gólgota, muchos más
compañeros ladrones, muchos, muchos en la multitud
                     aullaban el equivalente judeo de: "¡Matadlo! ¡Matadlo!"
El Cristo que ellos mataron, el Cristo que no mataron,
ambos estaban en el Gólgota.

¡Piedad, piedad por estos tobillos rotos!
¡Piedad, piedad por estas muñecas dislocadas!
Los brazos de la madre son fuertes hasta el final.
Ella le sostiene y cuenta los borbotones de sangre de su corazón.

En él había el olor de los barrios bajos,
iniquidades de los barrios bajos encendían sus ojos.
Canciones de los barrios bajos se trenzaban en su voz.
Los enemigos de los barrios bajos odiaban su corazón de
                  barrio bajo.

Las hojas de un árbol de la montaña,
hojas con una girante estrella temblando en ellas,
rocas con una canción de agua, agua, encima de ellas,
halcones con un ojo fijo en la muerte, siempre, siempre,
el olor y el poder de esto estaban en sus mangas, en las
                       ventanas de su nariz, en sus palabras.

El hombre de los barrios bajos fue muerto, el hombre de
                  la montaña vive.

viernes, marzo 25, 2016

Oración en Getsemaní - José Watanabe

Los olivos nunca crecen con decidido afán
de cielo, irguiéndose rectos y sin dudas.

Los olivos se retuercen nudosos y ásperos
como gente atormentada.

Entre ellos viniste a recogerte como una grave montaña.

Ranas y pájaros te ven de rodillas y desolado
y luego vuelven a sus asuntos:
las ranas tras los insectos
y los pájaros a cantar su celo: esa es la soledad,
cuando todo está desacordado de uno.

¿Percibes, ahora, Señor, lo que el enfermo que despierta
de madrugada
y siente que la soledad le entristece cada órgano,
y la noche y su pesar
le parecen más vastos que Dios?

Entre los olivos. Tú eres el destinatario
de tus propias bienaventuranzas,
pobre de espíritu, hambriento, lloroso, sediento
de justicia y con el rumor de una persecución.

Tal vez nunca has estado más cerca del Padre.

Ya estás en el Padre.

La muerte que se acerca
será sólo una sangrienta anécdota.

jueves, marzo 24, 2016

La penúltima noche

Alexandro Roque

—Todo está listo en el mundo de la vigilia, Señor. Es la última vez que nos vemos, al menos en mi reino. Espero hayáis gozado vuestra estancia en estos aposentos, construidos especialmente para vos.

—Lo sé, Príncipe de las Historias, y agradezco tu anfitrionía. No suelo dormir, y ha sido refrescante volver a crear mundos y guardarlos al amanecer. Mañana no he de dormir ya, y no soñaré, al menos no como esta noche, no como en esta vida. Ha sido grata tu compañía, tu plática, durante estos 33 años terrestres. Ya desde antes has sido benévolo cómplice. Muchas imágenes de tu reino se han transformado en parábolas, en esperanza, que es lo que queda al final del universo.

—Lo recordaré.

—Me espera una noche en vela, y luego dos en el reino de tu hermana. Lo demás lo sabes.

—Suele ser buena compañía. De los Eternos es con la que puedo platicar más de todo. Sé que suena irónico pero platicamos hasta amanecernos, hasta despertarnos.

—La conozco, y mi Padre me ha pedido que esté con ella hasta el tercer Día. Muerte suele encarnarse  para saber lo que es ser humano, ¿no es así, querido Oneiros? Antes de dejar de ser mortal he de compartir algunas horas con Delirio y Desesperación.

—Ya es jueves. Empieza el tránsito. Sé lo que es el deber, pero debo preguntar ¿por qué ahora? ¿No había otra opción?

—Sólo mi Padre y Destino lo saben. Delirio ya me espera en Getsemaní y Desesperación en el Gólgota. Seguiré buscándote, para transmitir mensajes mediante tu reino, como cuando José desistió de abandonar a mi Madre, o  hubo que advertir a los Reyes que escaparan, o cuando mi familia pudo huir a Egipto. ¿Cuento contigo?

—Sabéis bien que sí. Como desde que la humanidad comenzó a dormir. Recuerdo bien a José, que ahora debe estar en su época de vacas gordas. Acostumbrado estoy a la visita de los ángeles. Esta misma noche la mujer de Pilatos ha soñado de nueva cuenta lo acordado.

—Dame otra copa de ese vino tan parecido a la sangre. Ofrece mis saludos a Deseo, no la veo desde que acompañó a Lucifer en su visita a mi estancia en el desierto, y a Jacob y a sus escaleras. Hasta luego, Morfeo. Ya es hora de despertar.

—Sea.

miércoles, marzo 23, 2016

La cena miserable - César Vallejo

Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...
Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.
Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!

martes, marzo 22, 2016

Bruselas - Pablo Neruda

De todo lo que he hecho, de todo lo que he perdido,
de todo lo que he ganado sobresaltadamente,
en hierro amargo, en hojas, puedo ofrecer un poco.

Un sabor asustado, un río que las plumas
de las quemantes águilas van cubriendo, un sulfúrico
retroceso de pétalos.
No me perdona ya la sal entera
ni el pan continuo, ni la pequeña iglesia devorada
por la lluvia marina, ni el carbón mordido
por la espuma secreta.

He buscado y hallado, pesadamente,
bajo la tierra, entre los cuerpos temibles,
como un diente de pálida madera
llegando y yendo bajo el ácido duro,
junto a los materiales
de la agonía, entre luna y cuchillos,
muriendo de nocturno.
Ahora, en medio
de la velocidad desestimada, al lado
de los muros sin hilos,
en el fondo cortado por los términos,
aquí estoy con aquello que pierde estrellas,
vegetalmente, solo.

(1904)

lunes, marzo 21, 2016

Beethoven - Primavera (Spring/Frühling)

Primavera - John Milton

«Tan encantador le parecía aquel sitio a Satán. Purificábase doblemente el aire a medida que se acercaba a él, hinchándole el corazón de deleite, de aquel gratísimo bienestar con que la primavera ahuyenta toda tristeza, como no sea la de la desesperación. Agitando sus fragantes alas, esparcían los vientos los perfumes que naturalmente atesoran, y revelaban en su murmullo dónde habían adquirido las balsámicas esencias que prodigaban; y como el navegante que traspone el cabo de Buena Esperanza, y al dejar atrás a Mozambique siente el dulce halago de los vientos del nordeste, y los aromas de Saba que le envía la Arabia feliz desde sus odoríferas riberas, y se complace enajenado en caminar más lentamente, para recibir el suave aliento que sonriendo exhala de lejos el Océano, así aspiraba el pérfido Enemigo el delicioso ambiente que iba determinado a emponzoñar...»

domingo, marzo 20, 2016

El burro - Gilbert Keith Chesterton

Cuando los peces volaban y andaban las florestas
y los higos crecían entre espinas,
cuando la luna era de sangre, entonces
fue que vine a la vida.

Con monstruosa cabeza, repelente rebuzno
y las orejas como errantes alas,
parodia andante del demonio, en medio
de la restante grey de cuatro patas.

Descastado harapiento de la tierra,
viejo, maligno y terco.
Azotadme, burlaos; yo estoy callado,
yo guardo mi secreto.

¡Tontos! ¡Sabed que tuve alguna vez mi hora,
una lejana y dulce hora de rapto;
hubo clamores junto a mis oídos
y palmas a mi paso!


viernes, marzo 18, 2016

Lectura

Siempre es un gusto leer en la Plaza de los Fundadores, entre niños, entre jóvenes y adultos. Compartir el habla. Fue el martes pasado durante el maratón de lectura de la obra de Felipe Garrido, durante la cuadragésimo primera edición de la Feria del Libro de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Me tocó en suerte leer algunas microficciones del maestro Garrido, de esas que ya había compartido aquí. Leí, por ejemplo, "Insomnio", y "Sin ruido":

—Sean buenos —dice mamá con su voz de ángel y nos tapa hasta las narices, nos revuelve el cabello, nos cubre de besos, nos hace cosquillas en la panza, nos cierra la boca con sus dedos fríos.

—No hagan ruido —dice—, no se levanten, no vayan a pelear —y vuelve a apretarnos las sábanas justito alrededor del cuerpo, vuelve a besarnos, a sacudirnos la cabeza, vuelve a suspirar.

Huele a perfume, mamá. Tiene los párpados brillantes, una blusa de encaje, una falda negra y larga que se le aprieta en las caderas. La miro cuando se aparta de mí. Oigo cómo clava los tacones en el piso. La miro cuando se vuelve en la puerta y con un gesto nos pone quietos. Veo cómo uno de sus dedos largos, con la uña de caramelo, se arrastra por la pared hasta encontrar el apagador.


La luz que guardan mis ojos me deja ciego. Luego veo la ventana, con las cortinas de selva; veo el bulto de mi hermano en la otra cama; veo la lámpara; oigo la llave que nos echa mamá. La oigo a ella moverse fuera, cambiar de lugar alguna silla, poner un disco, sacar vasos o platos o ceniceros. Oigo en la calle un camión que pasa. Luego siento cómo llega el elevador y una voz que no conozco y la risa de mamá.


También leí fragmentos de Racataplán, las aventuras de Mariana y Don Rayo. Sí, de esa niña "que vivía sola, en las afueras del pueblo, San Miguel o Santiago o San Juan o algún otro santo se llamaba; no lo recuerdo bien. En todo caso, era un caserío de tejados rojos y paredes blancas, con un alto campanario de piedra en el centro, que estaba posado, como si fuera un grupo de palomas, en lo más alto de una altísima montaña..."

Cuando veo que muchos de mis alumnos de preparatoria o licenciatura no leen, y no entregan trabajos o se van por la vía fácil de las reseñas de Internet, incluso al copiaypega (plagio), pienso en la suerte de ser vicioso de la lectura gracias al acceso que tuve a los libros en la casa paterna. Suspiro y les recuerdo la frase de Borges: "“El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo". Espero lo recuerden. Y que amen, lean y sueñen porque les nace.

Nada me da más gusto que cuando, emocionados, los alumnos me enseñan los avances de un cuento que les encargué escribir (y más, cuando lo corrigen y lo quieren corregir para que quede mejor, aunque ya tengan una calificación), o cuando me piden prestado algún libro, lo devuelven y me piden otro.


La fotos que hoy comparto son cortesía de Lucía Delgado Oviedo, de Difusión Cultural de la UASLP, quien como cada año organiza el maratón y busca que estas lecturas en la explanada de los Fundadores llamen la atención de niños y grandes.

Yerbas sin vida

"Entre yerbas secas encuentran cadáver de un joven", tituló El Heraldo de San Luis una nota.  Además de la insistencia en las yerbas secas, el lead o primer párrafo me pareció casi poético: "El cuerpo sin vida de un hombre sin vida fue descubierto ayer por la tarde entre unas yerbas secas, en la colonia Mártires de la Revolución. De inmediato quienes lo encontraron dieron aviso a las autoridades correspondientes". Sólo harían falta unos cambios:

El cuerpo sin vida
de un hombre sin vida
fue descubierto la tarde de ayer
entre unas yerbas sin vida
en la colonia
Mártires de la Vida.

Cuerpos arrojados al interior de la muerte. Aparatosos insomnios. Reconstrucciones penelopescas del tejido social. Y carambolas. Lugares comunes (desgraciadamente).

jueves, marzo 17, 2016

Fotos promocionales para Temazcalli (DIF SLP)

Promocionales para el Instituto Temazcalli del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) (San Luis Potosí)
Fotos: Alexandro Roque






miércoles, marzo 16, 2016

Beauvoir sobre Sartre

«"Nunca para de pensar", me había dicho Herbaud. Esto no significaba que segregara sin cesar fórmulas y teorías: aborrecía la pedantería. Pero su espíritu estaba siempre alerta. Ignoraba el entorpecimiento, las somnolencias, las huidas, las treguas, las prudencias, el respeto. Se interesaba en todo y nunca aceptaba nada como resuelto. Frente a un objeto en vez de escamotearlo en provecho de un mito, de una palabra, de una impresión, de una idea preconcebida, lo miraba; no lo largaba antes de haber comprendido las causas y los efectos, sus múltiples sentidos. No se preguntaba lo que había que pensar, lo que hubiera sido picante o inteligente pensar; solamente lo que pensaba. Por eso decepcionaba a los estetas ávidos de una elegancia experimentada. Habiéndolo oído dos años antes dar una conferencia, Riesmann, que se deslumbraba con la logomaquia de Baruzi, me había dicho tristemente: "¡No tiene genio!" En el curso de una lección sobre "la calificación" su minuciosa buena fe había puesto aquel año nuestra paciencia a prueba: había terminado por forzar nuestro interés. Interesaba siempre a la gente que no rechazaba la novedad, pues sin buscar la originalidad no caía en ningún conformismo. Obstinada, ingenua, su atención se apoderaba de las cosas vivas en su profusión. ¡Qué estrecho era mi mundillo junto a ese universo multiplicado! Más tarde sólo algunos locos me inspiraron una humildad análoga, los que descubrían en un pétalo de rosa un laberinto de intrigas tenebrosas.

»Hablábamos de un montón de cosas, pero particularmente de un tema que me interesaba entre todos: yo misma. Cuando pretendían explicarme, las demás personas me anexaban a su mundo, me irritaban; Sartre, por el contrario, trataba de situarme en mi propio sistema, me comprendía a la luz de mis valores, de mis proyectos. Me escuchó sin entusiasmo cuando le conté mi historia con Jacques; para una mujer educada como yo lo había sido quizá fuese difícil evitar el casamiento: pero a él no le parecía una buena fórmula. En todo caso yo debía preservar lo que había en mí de más estimable: mi gusto por la libertad, mi amor por la vida, mi curiosidad, mi voluntad de escribir. No solamente me alentaba en esa empresa sino que me proponía ayudarme. Dos años mayor que yo –dos años que él había aprovechado–, habiendo encontrado más joven un camino mejor, sabía mucho más, sobre todo; pero la verdadera superioridad que se reconocía y que saltaba a la vista, era la pasión tranquila y apasionada que lo arrojaba hacia sus libros por escribir. Antaño yo despreciaba a los chicos que ponían menos fervor que yo en jugar al croquet o en estudiar: ahora encontraba a alguien ante cuyos ojos mis frenesís parecían tímidos. En efecto, si me comparaba a él ¡qué tibieza en mis fiebres! Yo me había creído excepcional porque no concebía vivir sin escribir: él sólo vivía para escribir.

»No pensaba por supuesto llevar una existencia de rata de biblioteca; aborrecía las rutinas y las jerarquías, las carreras, los hogares, los derechos y los deberes, todo lo serio de la vida. No se resignaba a la idea de tener un oficio, colegas, superiores, reglas que observar y que imponer; nunca sería un padre de familia ni siquiera un hombre casado. Con el romanticismo de la época y de sus veintitrés años soñaba con grandes viajes: en Constantinopla fraternizaría con los hombreadores de bolsas; se emborracharía en los bajos fondos con los tratantes de blancas; daría la vuelta al globo y ni los parias de las Indias ni los popes del monte Atlas, ni los pescadores de Terranova tendrían secretos para él. No echaría raíces en ninguna parte, no se estorbaría con ninguna posesión; no para conservarse vanamente disponible sino para testimoniar sobre todo. Todas sus experiencias debían aprovechar a su obra y apartaba categóricamente las que hubieran podido disminuirla. Sobre ese punto discutimos mucho. Yo admiraba en teoría, al menos, los grandes desórdenes, las vidas peligrosas, los hombres perdidos, los excesos de alcohol, de droga, de pasión. Sartre sostenía que, cuando uno tiene algo que decir, todo despilfarro es criminal. La obra de arte, la obra literaria era a sus ojos un fin absoluto; llevaba en sí su razón de ser, la de su creador y acaso, no lo decía pero yo sospechaba que lo creía firmemente, la del universo entero. Las discusiones metafísicas lo hacían encogerse de hombros. Se interesaba por las cuestiones políticas y sociales, sentía simpatía por la posición de Nizan; pero su asunto propio era escribir, el resto vendría después. Por otra parte era entonces mucho más anarquista que revolucionario; le parecía detestable la sociedad tal como era, pero no detestaba detestarla; lo que llamaba su "estética de oposición" se acomodaba muy bien con la existencia de imbéciles y de canallas, y hasta la exigía: si no hubiera habido nada que destruir, que combatir, la literatura no habría sido gran cosa.

»Con pocos matices de diferencia yo encontraba un gran parentesco entre su actitud y la mía. No había nada mundano en sus ambiciones. Reprobaba mi vocabulario espiritualista, pero él también buscaba una salvación en la literatura; los libros introducían en ese mundo deplorablemente contingente una necesidad que rebotaba sobre su autor; algunas cosas debían ser dichas por él y entonces estaría completamente justificado. Tenía bastante juventud para conmoverse sobre su destino cuando oía un aire de saxofón después de haber tomado tres martinis; pero si hubiera sido necesario habría aceptado conservar el anonimato: lo importante era el triunfo de sus ideas, no sus propios éxitos. Él no se decía nunca –como yo solía hacerlo– que era "alguien", que tenía "valor"; pero estimaba que verdades importantes –acaso hasta llegaba a pensar: La Verdad– se habían revelado a él y que su misión era imponerlas al mundo...»

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martes, marzo 15, 2016

Felipe Garrido: maratón de lectura de su obra




Felipe Garrido *

—Tengo miedo —dijo la niña con una vocecita de algodón de azúcar y alzó la mano para tocar al hombre que la veía, pero la bajó enseguida.

El hombre estaba sentado en una mecedora, al lado de la lámpara. Era una madrugada fría, así que se había arropado bien. Tenía una bufanda tejida y una boina gastada y un jorongo de lana doblado en cuatro sobre las piernas.

—¿Crees que venga? —preguntó la niña, sentada en la orilla de la cama, que quedaba ya fuera de la luz, en la penumbra que borraba los muros de la habitación. El hombre volvió a dejar en las rodillas el libro que estaba leyendo y se frotó las narices ateridas y pensó que sería bueno prepararse un poco de té, pero la mera idea de bajar a la cocina lo desanimó. Echó hacia atrás la cabeza hasta apoyarla en el respaldo curvo y, sin volver a levantarla, sacó un cigarro, con las uñas, de la cajetilla que tenía en el bolsillo de la camisa. Lo encendió, fumó sin saborear el humo —pero eso le procuraba una sensación de calor— y después, sin decir una sola palabra, miró de reojo a la niña.

—¿Crees que venga? —insistió ella balanceándose frente a él, en medio del desorden de aquellas sábanas y aquellas almohadas, con un tono apremiante.

—¿Quién va a venir? —murmuró él, cansado.

—El de todas las noches —contestó la niña en un susurro, con un estremecimiento que no era de frío. Ella no sentía frío jamás. Por eso andaba así, con los brazos desnudos, con una sombra de lirio que le velaba el rostro.

“¿El de todas las noches?”, preguntó él sin decir palabra, haciendo más alto el arco de las cejas, metiendo las manos bajo el jorongo porque verla así, descalza, con la faldita corta, le daba más frío.

—El fantasma —susurró la niña encorvándose, sorprendida de haberlo dicho.

El hombre soltó una carcajada. Se sacudió tan violentamente que estuvo a punto de perder la boina. Rió con tal fuerza que los ojos se le llenaron de lágrimas. Cuando alzó de nuevo la vista, la niña se veía borrosa. El hombre adelantó la cabeza para buscarla.

—¿Ya lo olvidaste? —dijo— El fantasma eres tú.

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* (Guadalajara, 1942) es narrador, poeta, traductor, cronista, miembro actual de la Academia Mexicana de la lengua, profesor,ensayista, editor; y ha sido por más de treinta años promotor de la literatura desde diferentes trincheras. Garrido estudió literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en cuyo centro de enseñanza para extranjeros ha sido profesor desde hace más de 30 años.

lunes, marzo 14, 2016

Credo y técnica para la prosa moderna - Jack Kerouac

1. Libretas secretas con apuntes y páginas brutalmente mecanografiadas; pura alegría privada.

2. Sumiso a todo, abierto, atento.
3. No emborracharse nunca fuera de casa.
4. Amar la vida propia.
5. Algo que sientas va a encontrar su forma única.
6. Hay que convertirse en un santo estúpido.
7. Hay que respirar tan profundo como se quiera respirar.
8. Lo mejor es escribir desde el fondo del espíritu como si no hubiera fondo.
9. Las visiones indecibles del individuo.
10. No darle a la poesía más tiempo del que exactamente demande.
11. Tics visionarios que se agitan en el pecho.
12. Soñar en trance con el objeto que se tiene delante.
13. Suprimir las inhibiciones literarias, gramaticales y sintácticas.
14. Ser, como Proust, un viejo ebrio del té del tiempo.
15. Contar la verdadera historia del mundo bajo la forma de un monólogo interior.
16. El centro de interés es una piedra preciosa, el ojo dentro del ojo.
17. Escribir con los recuerdos y asombrándose de uno mismo.
18. Trabajar desde el expresivo ojo central, nadar en el mar de la lengua.
19. Aceptar que se puede perder sin remedio.
20. Creer en el santo contorno de la vida.
21. Luchar para bocetar el flujo que existe ya intacto en la mente.
22. No hay que pensar en palabras al detenerse, excepto para contemplar el cuadro completo.
23. Preservar la huella de cada día, la fecha que es emblema de las mañanas.
24. No sentir temor ni vergüenza en la dignidad de la experiencia, el lenguaje y el conocimiento.
25. Escribir para que el mundo lea y se reconozca en tus propias imágenes.
26. Una película hecha libro es una película en palabras, la forma visual americana.
27. Celebrar el carácter en la árida soledad inhumana.
28. Composiciones indómitas, indisciplinadas, puras, que provienen de abajo, cuanto más insensatas mejor.
29. Siempre somos genios.
30. Director-escritor de películas terrenales patrocinadas y angeladas en el Paraíso.

sábado, marzo 12, 2016

El fin del narrador omnisciente - Seymour Menton

Además de acabar con la cronología lineal, el novelista del siglo veinte también acaba con el narrador omnisciente. La realidad se hace relativa y hay que verla desde distintos ángulos. Ningún individuo es capaz de conocer la realidad. En La vorágine, un narrador engendra a otro en una especie de reflejo de los círculos concéntricos del infierno por donde va bajando Arturo Cova. Los narradores en El otoño del patriarca se vuelven a veces totalmente anónimos y van cambiándose constantemente para crear la impresión de que es imposible conocer la realidad, o sea que no hay una sola realidad absoluta.

Desde Unamuno y Pirandello, la literatura del siglo veinte ha revelado una tendencia de explorar el proceso creativo dentro de la misma obra creada. Respecto a la novela hispanoamericana, Rayuela de Julio Cortázar se reconoce como el prototipo. No obstante, tanto como esa tendencia se remonta al Quijote y a Tristram Shandy en el plano de la literatura universal, en la novela colombiana los antecedentes de ese aspecto de Cien años de soledad pueden encontrarse en La vorágine. Como se ha visto en los capítulos individuales, hay distintos modos de incorporar esa técnica en la novela. Lo que sí suelen tener en común es la conciencia de la relación entre la obra que se está creando y las obras maestras de la literatura universal, y en los ejemplos más recientes, de la literatura hispanoamericana.

Seymour Menton, "Manual imperfecto del novelista".

viernes, marzo 11, 2016

Ana Clavel en Gandhi SLP



"Sé que no existe el azar. o que el azar es sólo otro nombre del destino cuando aún no da del todo la cara, cuando nos va poniendo migas de pan en el camino para marcarnos una ruta, o para que nos desviemos hacia nuestra propia espesura […] Definitivamente no existe el azar. […] Es que las malas lenguas, o las lenguas voraces de uno u otro bando, suelen engullir al perpetrador o a la víctima, y atribuirles por separado toda la responsabilidad de los hechos: de este lado los lobos y del otro las caperucitas. Pero ir por la espesura es una aventura compleja... aunque mucho más común de lo que la mayoría pudiera imaginarse en nuestros bosques de concreto, anuncios luminosos y pasiones extrañas".

Ana Clavel, El amor es hambre, Alfaguara, 2015

jueves, marzo 10, 2016

41 Feria del Libro de la UASLP

Como siempre, fuera de dos o tres presentaciones (Clavel, Malpica, Mendoza), no hay mucho qué hacer, o es lo mismo de otros años, pero bueno: hay algunos libros que regularmente no se consiguen. El programa por acá.



miércoles, marzo 09, 2016

Por ahora apunto

Entre asombros por tanta violencia y por tan nimias razones —de hombres contra mujeres o de mujeres contra hombres o de mujeres contra mujeres—, anoto en mi diario que este fin de semana fue la boda de mi hija, tema al que debo volver pronto, y que cambié de pastillas y parece que están funcionando, a ver qué dice el doctor. Leo La inmortalidad, de Milan Kundera, y en línea El blog decreciente, de Vicente Luis Mora. Releo. Mucho trabajo por delante: exámenes y trabajos escolares. Escribo algo de narrativa e intento ensayar.

Ya publicaré. Por ahora apunto, ya habrá tiempo de disparar.

Del blog de Mora, retomo ("recito", vuelvo a citar) los siguientes fragmentos:
"La ironía implica un proceso de desdoblamiento en el autor, durante el cual el yo se divide en un yo empírico e histórico, y en un yo lingüístico. En realidad, el don irónico se concreta cuando el primer yo del escritor, el yo formado por su experiencia en el mundo, toma conciencia de la existencia de ese segundo yo que lo constituye en signo, en materia de esa misma historia que está narrando. Esta experiencia de distanciamiento, de objetivación del yo histórico, es lo que le permite al escritor observarse a sí mismo (así como también al mundo) desde un punto de vista irónico y, a fin de cuentas, liberado" [Rosario Ferré]
Escribir es girarse, es volver sobre la experiencia, aunque sea para descartarla. Si guardamos en el texto algo de nuestra experiencia la escritura deviene autobiográfica, como escritura girada, vuelta, devuelta, de vuelta. "Vuélvete a mirar y pierdes para siempre / eso que es ya pasado" [Esperanza López Parada]. Como siempre hay en la escritura ficción, en mayor o menor grado, el autor acaba por desconocerse. "El escritor, y siempre me refiero al creador, posee los ojos desobedientes de la mujer de Lot y los ojos intemperantes del profeta. Todo creador tiene cuatro ojos sobre los que rueda con gozo y llanto. Con los que mira hacia atrás, contemplará la destrucción de la ciudad; con los que mira hacia delante, la destrucción del templo. Y tantas veces se pregunte por él mismo, le responderá la estatua de sal y la cabeza segada: Nadie". [Francisco Pino]
Hay que escribir contra la época de uno, de acuerdo, pero no con pólvora mojada de treinta años atrás. Se escribe contra el tiempo, lo dijo Blanchot, a través del libro por venir.

martes, marzo 08, 2016

Hiparquia

Hiparquia y su cínico
Diógenes Laercio, citado en filosofía.org

«Hipárchîa. [96] 1. Tambien Hipárchîa, hermana de Metrócles, se dejó llevar de los discursos de Crates. Ambos eran naturales de Maronea. Agradabale tanto la vida y conversación de Crates, que ninguna ventaja de sus pretendientes, las riquezas, la nobleza, ni la hermosura la pudieron apartar de su proposito; pues Crates era todas estas cosas para ella. Aun amenazaba a sus padres que se quitaría la vida si no la casaban con él. Finalmente, como sus padres rogasen a Crates que la removiese de su resolución, hizo éste cuanto pudo; mas nada consiguió. Sacó por último todos sus muebles a su presencia, y la dijo: Mira, este es el esposo; y estos sus bienes: consulta contigo misma; pues no podrás ser mi compañera sin abrazar mi instituto. Eligiolo ella al punto; y tomando su vestido, andaba con Crates, usando públicamente del matrimonio, y concurriendo ambos a las cenas.

[97] 2. Hallóse pues en un convite que dio Lisimaco, en que también estaba Teodoro el apellidado Ateo, al cual propuso el argumento siguiente: Lo que pudo hacer Teodoro sin reprehensión de injusto, lo puede hacer Hipárchîa sin reprehensión de injusta: hiriendose Teodoro a sí mismo no obró injustamente: luego tampoco Hipárchîa obra injustamente hiriendo a Teodoro. A esto nada opuso Teodoro, contentandose con tirarla de la ropa: pero ella no se asustó ni turbó como mujer, sino que como Teodoro la dijese:

Eres la que dejaste
La tela y lanzadera?

Respondió: Yo soy, Teodoro: te parece por ventura, que he mirado poco por mí en dar a las ciencias el tiempo que había de gastar en la tela?{1} Estas y otras muchas cosas se refieren de esta Filósofa.{2}

{1} Parece alude esto a la respuesta que da a Cadmo su hija Agave en la tragedia de Eurípides intitulada Las Bacantes.

{2} Soy del sentir de Kühnio acerca de que estas dos Vidas de Metrocles e Hiparchia son parte de la de Crates, como el mismo contexto manifiesta. Menagio para separarlas hace varias correcciones en el texto absolutamente arbitrarias. En la Vida de Zenon Estoico también se incluyen la de Aristón, la de Herilo, y la de Dionisio.»

lunes, marzo 07, 2016

Pensar es un atrevimiento: Juan Villoro

"Tengo un temperamento disperso. Me entusiasmo y me aburro con rapidez. Me gustan muchas cosas al mismo tiempo. Supongo que esto ayuda a pasar de un género a otro. Nunca me he sentido cómodo repitiendo esquemas. Yo necesito pasar por experiencias diferentes, en parte para evitar el infierno de la repetición y en parte para ponerme en distintas situaciones nerviosas. Todos los géneros son difíciles, pero cada uno activa neurosis diferentes".

[…]

"He tratado de defender mis ideas sin negar las de los demás, pero en ocasiones he molestado a alguien sin darme cuenta o he sido torpe, descuidado o simplemente idiota. Pensar es un atrevimiento, una ocupación tentativa que te brinda la generosa oportunidad de cometer errores. Sería muy aburrido tener siempre la razón y ser automáticamente lúcido".

[…]

"Nunca he sido tan viejo como cuando cumplí 30 años. Recordé lo que Bob Dylan había dicho acerca de no confiar en nadie que ya tuviera esa edad; me vi en el espejo y comprendí que tenía razón. Me deprimió enormidades abandonar la juventud, pero se me olvidó pronto. Así de caprichosa es la mente. Luego, cuando cumplí 50 tuve otro momento de preocupación. Fue como si me pasaran la cuenta de un inmenso banquete al que me creía invitado. ¡De pronto tenía que pagar todo! Esta crisis fue más realista, pero también duró poco. La mente se adapta a muchas cosas, incluida la de tener 60 años y despertar con un deseo inaudito de escribir una historia para un niño de diez. ¿No es curiosa la mente?"

La entrevista completa, en Excelsior, por acá.

sábado, marzo 05, 2016

Ladrón de pensamientos - Cyrano de Bergerac

Señor

El hecho que nuestro amigo nos robe los pensamientos no es más que una señal de su aprecio por nosotros: no los cogería si no los considerara buenos. Y nosotros nos equivocamos mucho al quedarnos pasmados porque él, que no tiene hijos, adopte a los nuestros.

Por lo que a mí respecta, lo que me ofende (pues ya sabéis que tengo un espíritu vengador de entuertos, y una fuerte inclinación a la justicia distributiva) es ver cómo él atribuye a su ingrata imaginación los buenos servicios que le da su memoria, y se considera el padre de mil elevadas concepciones, de las cuales no es más que la comadrona.

Vamos, Señor; después de esto podemos vanagloriarnos de escribir mejor que él, dado que él lo escribe todo como nosotros, y dejar en ridículo que, a su edad, tenga todavía un escribiente en su casa, pues a nosotros no nos hace otro mal que tornar nuestras obras más legibles. Al contrario, deberíamos recibir con respeto tantas sabias advertencias morales con las cuales procura reprimir los arrebatos de nuestra juventud.

Sí, es verdad, nosotros deberíamos tener más fe en él, y dudar tan poco como del Evangelio, pues todo el mundo sabe que no se inventa esas cosas. Ciertamente, tener un amigo de esta clase es como mantener una imprenta a bajo precio. Yo imagino, a pesar de todos sus grandes manuscritos, que si algún día, después de su muerte, se hiciera un inventario de su biblioteca, es decir, de los libros que son obra de su genio, todas las obras reunidas, frente a las que no le pertenecen, formarían una colección de papel en blanco.

Se atribuye sin cesar los despojos de los muertos, y cree que inventa aquello que recuerda. Pero, de esta manera, demuestra mal la noble extracción de sus pensamientos, al cogerlos tan antiguos como un hombre todavía vivo. Pero quiere llegar a la metempsicosis, y demostrar que, al servirse de las ideas de Sócrates, no las robó, habiendo sido él, en otro tiempo, el mismo Sócrates que las imaginó. ¿No tiene suficiente memoria para enriquecerse sólo con este bien? ¿Cómo? ¡La tiene tan grande que recuerda lo que se dijo treinta siglos antes de que él naciera!

En cuento a mí, que soy algo menos sufrido que los muertos, conseguid que me permita poner fecha a mis pensamientos, a fin de que mi posteridad no sea dudosa. Antaño existió una diosa Eco, y él, sin duda, debió ser su dios, pues, al igual que ella, siempre repite lo que los demás dijeron, y lo repite palabra a palabra con tanta exactitud que, el otro día, al transcribir una de mis cartas (él llama a esto componer) le costó todo el esfuerzo del mundo escribir “Vuestro seguro servidor Beaulieu”, porque al pie decía,

Vuestro seguro servidor
De Bergerac

(Cartas satíricas)

viernes, marzo 04, 2016

Cómo escribo - Italo Calvino

Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta.

Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche, pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo.

Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor de veinte libros que me gustaría escribir, pero después llega el momento de decidir que voy a escribir eselibro.

Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un anhelo de escribir de un modo que trate directamente la vida cotidiana, mis actividades e ideas. En ese momento, el libro que me gustaría escribir no es el que estoy escribiendo. Por otra parte, cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico, ligado a las particularidades de la vida cotidiana, mi deseo va en dirección opuesta. El libro se convierte en uno de invención, sin relación aparente conmigo mismo y, tal vez por esa misma razón, más sincero.

jueves, marzo 03, 2016

Simpatías y antipatías - Baudelaire

En amor como en literatura, las simpatías son involuntarias; no obstante, necesitan ser verificadas, y la razón tiene ulteriormente su parte.

Las verdaderas simpatías son excelentes, pues son dos en uno; las falsas son detestables, pues no hacen más que uno, menos la indiferencia primitiva, que vale más que el odio, consecuencia necesaria del engaño y de la desilusión.

Por eso yo admiro y admito la camaradería, siempre que esté fundada en relaciones esenciales de razón y de temperamento. Entonces es una de las santas manifestaciones de la naturaleza, una de las numerosas aplicaciones de ese proverbio sagrado: la unión hace la fuerza.

La misma ley de franqueza y de ingenuidad debe regir las antipatías. Sin embargo, hay gentes que se fabrican así odios como admiraciones, aturdidamente. Y esto es algo muy imprudente; es hacerse de un enemigo, sin beneficio ni provecho. Un golpe fallido no deja por eso de herir al menos en el corazón al rival a quien se le destinaba, sin contar que puede herir a derecha e izquierda a alguno de los testigos del combate.

Un día, durante una lección de esgrima, vino a molestarme un acreedor; yo lo perseguí por la escalera, a golpes de florete. Cuando volví, el maestro de armas, un gigante pacífico que me hubiera tirado al suelo de un soplido, me dijo: "¡Cómo prodiga usted su antipatía! ¡Un poeta! ¡Un filósofo! ¡Ah, que no se diga!" Yo había perdido el tiempo de dos asaltos, estaba sofocado, avergonzado y despreciado por un hombre más, el acreedor, a quien no había podido hacer gran cosa.

En efecto, el odio es un licor precioso, un veneno más caro que el de los Borgia, pues está hecho con nuestra sangre, nuestra salud, nuestro sueño ¡y los dos tercios de nuestro amor! ¡Hay que guardarlo avaramente!

miércoles, marzo 02, 2016

Oración para ella. Maris (1922-2016) - Tomás Calvillo Unna

Ella tan querida
en su silencio dulce nos deja,
ya terminó su estancia terrestre,
sus reparos,
sus alegres días entrelazados a la familia
que sobrevivió, como muchas otras,
a los ires e iras de la historia.

Ella tan fina en su andar, tan natural,
grabando la certeza en nuestros pasos
de una libertad descubierta,
a la sombra de los años;
como herencia suya
que trazó este camino en nuestra sangre.

Ella tan cercana en su distancia,
que nos hacía suyos sin caricias,
sin gritos, ni regaños;
con la sutil perfección de lo cotidiano.

Ahí va y ya no está.
Ahí cada domingo,
en el tranvía al Zócalo
a mirar los escaparates;
donde el mundo suele jugar con el tiempo,
hasta convertirse en memoria pura
al atardecer entre los rieles,
con los destellos del lápiz labial rojo
ese invento tan seductor y simple.

Una delicada costumbre
en los vaivenes del camino
como si la flor verdadera fuera eterna.


ella está ahí, ya sin su aliento.

Ella no está,
es su carnal envoltura abatida,
donde el viento sereno
traza sus últimos gestos:
en paz y verdadera siempre.

Deja su cansado cuerpo,
ahora cenizas sólo,
mientras aquella mirada nostálgica
del blanco y negro perdura,
al pronunciar el Padre Nuestro adolescente:
Por los siglos de los siglos
enamorada de la vida;
su único secreto.

martes, marzo 01, 2016

Defensa de la alegría - Mario Benedetti

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegía como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.