domingo, marzo 27, 2016

De tiniebla en tiniebla - Thomas Bernhard

De tiniebla en tiniebla. Vida, no te comprendo. A veces siento un mareo en el alma, cuchicheos y avisos y murmullos de que me he extraviado. Lo he sentido hace un rato. Entonces he examinado el expediente de mi proceso:
las hojas de diario mediante las cuales interrogo mis dos voces interiores, la que quería y la que no quería.
Las he leído y releído, y no puedo menos de creer que la voz a la que finalmente obedecí era la que tenía razón, y la otra la que sonaba a hueco. La otra voz era tal vez la más prudente, pero de escucharla habría perdido todo respeto por mí mismo.
Y sin embargo... sin embargo...
He empezado a soñar en el pastor. Era de prever, claro, pero justamente por esto me sorprende.
Creí que podría librarme de esa prueba, precisamente porque la tenía prevista.

Comprendo que al rey Herodes le disgustaran esos profetas que andan por ahí resucitando los muertos.
Los tenía en gran estima por lo demás, pero reprobaba esa rama de sus actividades...

Vida, no te comprendo. Pero no digo que sea culpa tuya. En que yo sea un hijo desnaturalizado me parece más verosímil que el que tú seas una madre indigna.
Y al fin empieza a despuntar en mí cierto presentimiento: que lo planeado no era que el hombre
comprenda la vida. Todo ese frenesí de explicar y comprender, toda esa persecución de la verdad,
es tal vez un extravío. Bendecimos el sol porque nos separa de él la distancia precisa que nos lo hace útil.
Unos pocos millones de millas más cerca o más lejos, y nos asaríamos o helaríamos. ¿Y si con la verdad pasara como con el sol?
El viejo mito finlandés dice: el que ve la cara del dios tiene que morir.
Y Edipo. Resolvió el enigma de la esfinge y fue el más desgraciado de los hombres.
¡No resuelvas enigmas! ¡No preguntes! ¡No pienses! El pensamiento es un ácido que corroe.
Al principio crees que sólo va a corroer lo que está podrido y enfermo y que es mejor amputar.
Pero el pensamiento piensa de otro modo: corroe ciegamente. Empieza por la presa que le arrojas de mejor grado, pero no creas que con ella se sacia. No para hasta devorar tu última y más querida reserva.
Tal vez yo no hubiera debido pensar tanto; tal vez hubiera hecho mejor prosiguiendo mis estudios.
«Las ciencias son útiles porque impiden que los hombres piensen». Un hombre de ciencia lo dijo.
Más me hubiera valido tal vez vivir la vida, como dicen, o dar gusto al gusano, como dicen también.
Mejor ir a esquiar y jugar al fútbol, hacer una vida sana y alegre, con mujeres y niños. Mejor casarme y echar niños al mundo, mejor hacer lo debido. Cosas así son agarres y soportes. Tal vez ha sido también una tontería el no haberme arrojado a la política y presentado a elecciones. También la patria nos necesita. Bueno, para eso tal vez quede tiempo todavía ...
Primer mandamiento: no comprenderás demasiado.
Pero el que comprende este mandamiento, ése ya ha comprendido demasiado.
Me mareo, todo da vueltas a mi alrededor.
De tiniebla en tiniebla.

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