Alexandro Roque
—Todo está listo en el mundo de la vigilia, Señor. Es la última vez que nos vemos, al menos en mi reino. Espero hayáis gozado vuestra estancia en estos aposentos, construidos especialmente para vos.
—Lo sé, Príncipe de las Historias, y agradezco tu anfitrionía. No suelo dormir, y ha sido refrescante volver a crear mundos y guardarlos al amanecer. Mañana no he de dormir ya, y no soñaré, al menos no como esta noche, no como en esta vida. Ha sido grata tu compañía, tu plática, durante estos 33 años terrestres. Ya desde antes has sido benévolo cómplice. Muchas imágenes de tu reino se han transformado en parábolas, en esperanza, que es lo que queda al final del universo.
—Lo recordaré.
—Me espera una noche en vela, y luego dos en el reino de tu hermana. Lo demás lo sabes.
—Suele ser buena compañía. De los Eternos es con la que puedo platicar más de todo. Sé que suena irónico pero platicamos hasta amanecernos, hasta despertarnos.
—La conozco, y mi Padre me ha pedido que esté con ella hasta el tercer Día. Muerte suele encarnarse para saber lo que es ser humano, ¿no es así, querido Oneiros? Antes de dejar de ser mortal he de compartir algunas horas con Delirio y Desesperación.
—Ya es jueves. Empieza el tránsito. Sé lo que es el deber, pero debo preguntar ¿por qué ahora? ¿No había otra opción?
—Sólo mi Padre y Destino lo saben. Delirio ya me espera en Getsemaní y Desesperación en el Gólgota. Seguiré buscándote, para transmitir mensajes mediante tu reino, como cuando José desistió de abandonar a mi Madre, o hubo que advertir a los Reyes que escaparan, o cuando mi familia pudo huir a Egipto. ¿Cuento contigo?
—Sabéis bien que sí. Como desde que la humanidad comenzó a dormir. Recuerdo bien a José, que ahora debe estar en su época de vacas gordas. Acostumbrado estoy a la visita de los ángeles. Esta misma noche la mujer de Pilatos ha soñado de nueva cuenta lo acordado.
—Dame otra copa de ese vino tan parecido a la sangre. Ofrece mis saludos a Deseo, no la veo desde que acompañó a Lucifer en su visita a mi estancia en el desierto, y a Jacob y a sus escaleras. Hasta luego, Morfeo. Ya es hora de despertar.
—Sea.
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