martes, agosto 22, 2006

Europa: Mi encuentro con Javert (primera parte)


¿Verdad que no estoy tan feo? Lo moreno y lo malencarado me cae que no son mi culpa, son herencia de mi abuela paterna, una mujer de cabellera china (un afro de buen tamaño) y de labios gruesos que no era negra nomás por su color alechado. Lo de mi cabello largo sí lo podría arreglar pero ya me acostumbré. Que si parezco árabe, hindú, azteca o chichimeca suelen decirlo quienes me conocen. Pero nomás por mi color y mi facha fue que conocí a Javert en estas vacaciones. Hubiera preferido conocer a Closeau pero cestlaví...

No es que quiera presumir que fui a Madrid y a París. Bueno, sí, un poco —ni modo que diga que no teniendo un blog, que para eso son—, pero más bién se trata de contar algo, anécdotas y todo de este viaje de pisaycorre, en plan japonés, digamos.

En fin, que el jueves que salimos de viaje Luz y yo (autobús de cinco horas al Defectuoso desde el Piojosí) de lo último que nos enteramos en las noticias fue de la amenaza de bomba en Inglaterra. ¡Bolas, don Cuco! A ver cómo nos va. Si hubiéramos llegado unas horas antes al aeropuerto Benito Juárez también nos hubiéramos encontrado con las huestes del voto por voto que por la mañana se manifestaron. El taxista que nos llevó de la central del norte al aeropuerto nos taladró los oídos todo el trayecto con sus quejas contra los quejosos.

Viaje sin problemas. Primera vez de cruzar el charco y de comprobar que las comidas en le avión no suelen ser demasiado consistentes. Películas: La era del hielo 2 y RV (Bién por Sonnenfeld, a pesar de Robin Williams). En el Aeropuerto Charles de Gaulle se suponía haríamos un transbordo a Madrid de no más de una hora. Ah, pero en la aduana ya nos esperaba un clon del inspector Javert, con su uniforme y su mirada penetrante, la ceja y los labios fruncidos. Dejó pasar a una mujer con su hijo (vestido de Winnie Puh) que iba a encontrarse con su marido, y me detuvo a mí. El error fue haber llamado a Luz, que ya había dejado atrás a les cancerberos en constante estado de alerta.

Las preguntas exageradas y el celo de este hombre, que como el Javert de Victor Hugo hubiera sido capaz de hacerse despedir por una falta, me hicieron desesperar. Para traducir, mandó traer a un oficial que sí hablaba español:

—Va a tener que acompañarnos para hacerle una prueba de orina. Y vamos a revisar sus maletas delante de usted.

Mediante su olfato de sabueso, seguro de sí, Javert ya me había encontrado culpable.

—¿Por qué? Nomás porque soy moreno? Es racismo, ¿¡verdad!?

Nada respondieron. Cuando nos guiaron por una puerta de cristal disimulada entre muros espejados Luz temió lo peor, acostumbrada a las noticias sobre los pasadizos secretos con los que cuenta cualquier policía del mundo. Tras el espejo, cual Alicias, estos nada bonachones conejos nos llevaron por pasillos grises, sucios, oscuros. Los que teníamos prisa éramos nosotros. Nos tomamos de la mano. Beso. No te preocupes, le decía sin creérmelo, pero tratando de sonreír.

Javert y sus secuaces nos condujeron a Luz (ya muerta de miedo) y a mí (medio muerto) hasta una oscura oficina donde se besaban un par de oficiales (hombre y mujer). Se les vio lo apenado a los guías y a los sorprendidos in fraganti.

—Orine aquí —pidió Javert en su papel de Moisés usando la voz de su asistente Aarón. Después de un viaje de 11 horas y pésimas comidas en el avión de Air France llené el vaso y casi le pido otro al inspector. Tras introducir en el líquido amarillo los reactivos, Javert se mostró consternado. Negativo. Sacre bleu. De lo poco que capté de la conversación en francés escuché que Javert le decía al otro que no era posible, que debía llevar algo, al menos en las maletas.

—Si trae algo, declárelo de una vez, antes de que traigan sus maletas, porque la justicia francesa es muy dura, y si admite desde ahorita le pueden dar una reducción —tradujo el Aarón.

—No traigo nada, me cai.

—¿A qué se dedica?

—Soy editor y escritor.

—¿Sus libros se pueden conseguir en Francia?

—No, muy apenas se consiguen en México.

—Ah. ¿Me podría enseñar alguno ahorita que traigan sus maletas?

La dedicatoria hubiera sido: "Para los oficiales que me vieron cara de narco..."


lunes, agosto 07, 2006

un poema del maestro Ricardo Yañez

No, nada me digas, no quiero saber nada que no sea que me amas, y como ya sé bien que no me amas, nada, nada me digas. Déjame ver tus ojos, acariciar tu pelo así nada más sea con la pura mirada, déjame recordar, abrir mi respirar a lo que ya no está, a los nardos, a las rosas, a la luz. Déjame maltratarme con la luz.

Déjame maltratarme con la luz de tus ojos. no me des tus cenizas, no me digas qué tal, cómo has estado, supe que. Regrésame el silencio que nos supimos dar. La claridad del aire antes de ser azul, el murmullo del agua repentina que nos dejaba solos en el auto en medio de las horas, cualesquiera horas.

(...)

Tristemente te veo dejar por todas partes recados de que el amor entre tú y yo es asunto de ayer, de antier, de nunca, y alegremente entiendo que no hay necesidad de esos recados, que sí hay necesidad, la de estar cerca de lo mismo que —ah como— despides y despides. Es como despedirte, lo sabes, de tus venas, tus huesos, tus labios, tu cintura.

Nada me digas ya. Estás hermosa, siempre. Un poco de paciencia me dirá de tu nombre, de tu nombre completo, lo que vino a nombrar.

(tomado de Antes del habla, Ediciones El Aduanero, México, 1995)

sábado, agosto 05, 2006

2006 no es como 1988, es como 1984

Alexandro Roque

Desde el domingo 2 de julio, cuando mister Ugalde salió a tratar de justificar lo injustificable, confirmó que en los meses anteriores se instauró el reinado del Gran Hermano, que estamos en una versión tercermundista de 1984, de George Orwell, donde “las estadísticas eran de tono tan fantástico en la versión original cuanto en aquella que resultaba modificada. En la mayoría de los casos, el funcionario actuante debía borrarlas de sus recuerdos como si nunca la hubiera conocido…”

Y es que en el mundo vigilado de Orwell, basado en un Londres atemorizado por la Policía del Pensamiento y los crímenes mentales (crimentales), “lo horrible era que todo podía ser verdad. Si el Partido podía extender su mano hacia el pasado y decretar que tal o cual suceso nunca había ocurrido, esto era aún más horrible que la tortura y la muerte…

Desde el inicio de las campañas la televisión fue el espacio del Gran hermano, en el que si bien se dio espacio a la opción de izquierda, más bien se le utilizó para enfocar en ella los “dos minutos de odio” de los que se habla en la novela escrita en 1949.

Los aparatos de Estado —la superestructura de la que hablan los teóricos del materialismo histórico— han sido efectivos, aunque no tanto para acrecentar el .5% de diferencia. Esa diferencia “real” no hubiera existido si algunas televisoras, sacerdotes, empresarios y patrones no hubieran infundido ese miedo terrible a perder la casa y el carro, a perder la supuesta libertad de que gozamos (aunque en la novela de marras una de las frases claves del partido dominante es “la libertad es esclavitud”). Todo es limpio en México menos lo que se opone, lo que surge de los renegados.

Un mundo fingido donde hay consejeros electorales que se sienten ofendidos porque se les conmina a echarle ganas, cuando fueron contratados por ser amigos de quienes se encuentran enquistados en una burocracia electoral ya muy rebasada. Y ofendidos y todo, no hicieron nada, sólo cobrar su dieta.

Desde el día de las elecciones para el presidente los que dudamos somos resentidos, para una diputada panista somos huevones (“ya perdieron esos huevones, ahora hay que ponerlos a trabajar”) o gatos (“ocho de cada diez gatos lo prefieren”.
Desde entonces los medios comprometidos, con el gobierno, dan noticias y azuzan a unos y otros, con el panista ya en papel de presidente electo.

Me siento como Winston, el personaje de Orwell en 1984, cuando habla de las telepantallas del Gran hermano, que llegaban “casi a convencerle que era noche cuando en realidad era pleno día. Después, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y no quedaría más remedio que aceptarlo. Inevitablemente llegaría a pensar algún día que dos y dos suman cinco…”

(publicado originalmente en la revista Go!)

Pasajes de 1984, desgraciadamente vigentes

p. 133
…Resultaba curioso que hubiera mayor cantidad de efigies del simbólico enemigo que del mismo Gran Hermano…

p. 175
...Desde el punto de vista de los Bajos, ningún cambio histórico ha significado mucho más que un cambio en el nombre de sus amos…

p.177
…el invento de la imprenta facilitó la manipulación de la opinión pública contribuyendo en gran escala la radio y el cine a acentuar tal proceso. El desarrollo de la televisión y el progreso técnico volvió posible recibir y emitir a un tiempo en el mismo aparato con lo que acabó definitivamente con la privacidad…

p.178
… se daban las condiciones para forzar a los gobernados, no sólo a una total sumisión a la voluntad del Estado sino a la uniformidad de opinión más absoluta…

p. 179
…Las crisis económicas del pasado fueron innecesarias y en el presente se les evita, pero de cualquier manera no hay grado de descontento que obtenga resultados políticos, de no haber medios que el descontento se articule y organice…

p.183
…En boca de un miembro del Partido alude la buena y leal voluntad de afirmar que lo negro es en realidad blanco si la disciplina del Partido así lo exige…

p. 185
…Enunciar mentiras al tiempo que se cree sinceramente en ellas, olvidar cualquier hecho que no sea conveniente recordar, y cuando sea necesario hacerlo, volverlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad sin dejar saber que existe la realidad negada…

p.186
…Si se ha de gobernar con el objeto de hacerlo para siempre, es condición necesaria atacar el sentido de la realidad haciéndole perder sentido…

p.187
…El Ministerio de la Paz planea la guerra; el de la Verdad administra las mentiras que sostienen el régimen; el Ministerio del Amor, instrumenta la tortura, y el Ministerio de la Abundancia, adminístrale hambre. Tales contradicciones no son accidentales, ni resultado de la hipocresía corriente sino ejercicios de doble pensar. Porque sólo mediante la reconciliación de las contradicciones se logra retener el mando indefinidamente. Si no, retornarían el antiguo ciclo. Si la igualdad humana ha de ser evitada para siempre, si los Altos, como los hemos llamado, conservarán sus puestos de modo permanente, será imprescindible que el estado mental domine la locura controlada…

p. 188
…la cordura no es asunto de estadísticas…

p. 214
…—Todo lo contrario —dijo—, eres tú quien perdió su control y es por eso que estas aquí. No has tenido suficiente humildad y disciplina. Eludiste el acto de sumisión con el que hubieras adquirido cordura. Preferiste la locura de formar una minoría de uno. Debes persuadirte, Winston; solo un espíritu que hace culto de la disciplina logra ver la realidad. Tú crees que la realidad objetiva, externa, existe por si misma. También supones que la naturaleza de la realidad se demuestra por sí misma. Te engañas suponiendo que ves algo, dando por cierto que los demás ven lo mismo que tú. Pero te aseguro, Winston, la realidad no es objetiva. Existe solo en el interior de la mente humana y en ningún otro espacio. Por supuesto que no en la mente individual, que comete errores y, en todo caso, perecerá rápidamente. Sólo la mente del Partido, por ser colectiva y, por tanto, inmortal, percibe la realidad tal como es. Todo lo que el Partido sostiene como verdadero es, en efecto, verdadero. Sólo es posible percibir la realidad a través de la mirada del Partido. Éste es el hecho que olvidaste y deberás aprender nuevamente, Winston. Será necesario un acto de purificación y autodestrucción, un esfuerzo de voluntad. Deberás humillar tu soberbia si deseas recobrar la cordura…

p.215
—Demoras demasiado en aprender, Winston— dijo O`Brien suavemente.
—No lo puedo evitar —murmuró Winston—. ¿Cómo evitaré ver lo que está ante mis ojos si no los cierro? Dos y dos son cuatro.
—A veces si, Winston; Pero en otras es cinco. Y hasta, tres. En ocasiones cuatro, cinco y tres a un tiempo. Debes esforzarte aún más. No es tarea fácil recuperar la razón…

p. 219
…No destruimos a los herejes porque se resistan; si solo resisten no los destruimos. Los adaptamos, nos apoderamos de su mente, reformándolos. Despojamos al hereje político de todo mal aniquilando las ilusiones que lleva dentro de sí, lo atraemos a nuestra causa, no solo en apariencia, sino totalmente, en cuerpo y alma. Lo hacemos uno de nosotros antes de destruirlo. Es intolerable que un pensamiento falaz cobre vida en cualquier rincón del mundo, por secreto e inofensivo que sea. Ni en el momento de la muerte permitimos desviación alguna. En la antigüedad, el hereje subía a la hoguera sin renegar de su error, proclamándolo y hasta disfrutando con él…

p.222
—¿Existe el Gran Hermano?
—Claro que sí. Y el Partido. El Gran Hermano es la encarnación de los principios de l Partido.
—¿Existe en el sentido de yo existo?
—Tú no existes —dijo O`Brien.

p. 224
...Has leído el libro de Goldstein, o trozos de él…
—¿Es verdad lo que afirma?
—En tanto descripción, lo es. Pero el programa que sostiene es una estupidez… Pero es pura tontería. Los proletarios no se rebelarán ni en mil años ni en mil millones. No pueden hacerlo. Será inútil que te explique la razón que se los impide; ya la conoces. Si alguna vez soñaste que acontecerían violentas sublevaciones, deberás olvidarte de ello...

p.225
…Que a la Humanidad se le presentaba una opción definitiva entre libertad y felicidad y la gran masa de ella prefería la felicidad. Que el Partido era el eterno protector de los débiles, una secta dispuesta a hacer el mal si eso lograba el bien inmolando su propia felicidad a la felicidad común…

Montaigne


"Me resultan odiosas las cosas verosímiles 
cuando se me ofrecen como cosas infalibles".

jueves, agosto 03, 2006

Un regalo para María

(cuento de Alexandro Roque que obtuvo mención honorífica y fue publicado en la antología del Concurso Nacional de Cuento Otto Raúl González, organizado por ISSSTE Cultura en 1994)

Ya traía la idea bien clavada en la cabeza, pero nunca había podido llevarla a la práctica por falta de fe, de esa fe de verdad. Ella siempre ha sido amante de las fantasías y de las cosas simples de la vida; por eso, qué mejor que regalarle un pequeño unicornio ahora que cumple años.

En este pueblito, tan alejado de todo y tan cercano a ninguna parte, ya son muy escasos los unicornios, y más ahora que el sol no alumbra, sino que parece una pelotita naranja allá a lo lejos. Los únicos unicornios que no han emigrado son los más viejos y los que están enfermos, pero la verdad sea dicha, no son dignos de María, que ya cumple sus quince años y pues ya está en edad de merecer. Es bonita la condenada, a pesar del carácter tan amuinado que tiene.

Entre las veredas y al lado de los cinco ríos color café que circundan al pueblo, se ven pastando esos animales tan bonitos, con su cuello erguido, su cola frondosa y ese cuerno en la frente tan brillante que deslumbra a todos los paseantes que lo contemplan, aunque no haya resolana intensa. A pesar de que ahorita no se encuentran los más bellos, no se puede evitar un hondo respiro al ver su silueta recortada en la luz del atardecer.

A María también le gustan los gatos, y aunque debería ser más fácil conseguir esos animales, la verdad es que a todos los mininos de aquí de Santa Angélica están bien muertos, debido a la hambruna del año pasado, que de veras estuvo como nadie la esperaba: quedamos asqueados de tanto comer gatos. Palabra que sí.

En este pequeño pueblo plagado de plantíos de melón, mangos y marihuana suceden muchas cosas: baños en el río que terminan en cachetada o en casorio, asegún; charcos grandes como lagos que sirven a los niños como ocasionales baños, a falta del agua entubada que nos viene prometiendo hace tres años el gobernador ( que por cierto, ya se me olvidó hasta cómo se llama); niñas de menos de quince años que salen del cine con un pequeño cheque, a cobrar en nueve meses; cervezas y más cervezas los fines de semana, narcotraficantes muertos a balazos todos los días y a todas horas, y también cada vez notamos que llegan menos unicornios.

Las primaveras se van quedando solitas.

Desde mi pequeña tienda de artesanías he visto cómo la vida pasa, llevándose amigos y parientes que siempre van a parar a la plancha del hospital donde trabaja mi tío trabaja de conserje. El tiempo se ha llevado también a los que hacían el tiempo más llevadero: los unicornios.

Mi abuelo me ha contado que antes llegaban en grandes cantidades, apoderándose del pastizal que circunda a Santa angélica, jugueteando gran parte del día con los niños del poblado que entonces sólo tenía quinientos habitantes; claro que sin contar los cerdos y gallinas que cada familia guardaba para las comilonas de después de la misa.

Yo ya no alcancé a verlo, pero me parece estar ahí a veces, aunque también a veces me pregunto si no era efecto del jumadero de los campos verdes.

Como si fuera de algún club de protección a los animales, el padre Jorge nos recuerda todos los domingos, agitando con fuerza las pocas canas que le quedan, que no debemos capturar a los unicornios, quesque porque son criaturas del Señor, aunque eso lo sepamos nomás de contemplarlos. El padrecito ha de creer (eso creía yo, al menos hasta ayer), que sólo se puede ver de lejecitos la belleza de esos animales tan parecidos y a la vez tan diferentes a los caballos que utilizo para salir a dar la vuelta con María y platicarle mil cosa, aunque ni sean ciertas, tan ciertas como su mirada.

Ayer, nomás por perder el tiempo, me decidí a irme a pasear en caballo por la gran huerta del padre Jorge, mientras él estaba en la capillita predicando contra la captura de unicornios con su voz aguardentosa. La mañana se mantuvo fría y con el feroz vientecillo que cala a través de las camisas a cuadros que todos acostumbramos usar los sábados de juerga y holganza.

Cuando di la vuelta a la vieja pileta de cantera que el padre utiliza los domingos en el catecismo para los chamacos, un resplandor me impidió ver y así como por nomás, detuve mis pasos. Era un unicornio de unos seis meses, que se arrellanaba contra su cobertizo de paja, mirándome con miedo. Le ofrecí un montoncito de hierba y el miedo desapareció.

¡Y tanto que habla el padrecito de...! bueno, la verdad es que cualquiera pecaría con tal de tener a este pequeñuelo y pensar que es de uno, con esos ojos grandotes y expresivos, ese color en el pelaje que es más puro que la conciencia de cualquiera y sobre todo ese cuerno de gran transparencia y luminosidad. Ya no tenía ninguna duda, pésele a quien le pese y pase lo que pase.

A la noche fue todo uno.

Pero no les he contado bien cómo son las noches acá en Santa Angélica, ¿verdad? Pues son muy brillantes por muchas razones: tantito, nomás tantito, por las farolas que recién mandó poner nuestro querido presidente municipal, aunque nosotros las pagamos y bien pagadas solidariamente. Otro tantito por los unicornios que quedan, y que reflejan mucho la luna con sus cuernos, pero sobre todo hay noches claras por las millaradas de luciérnagas que iluminan las canciones de los sapos y las comidas de los malditos moscos, zancudos y uno que otro alacrán.

Aunque les diré, eso sí, que a mí lo que más me ilumina es María, que para acabarla se llama María de la Luz. El brillo de su sonrisa sólo es comparable al de un diamante, que por cierto nunca he visto uno, pero dicen que aluzan igualito al cuerno del animal que tuve enfrente ayer.

Mientras el padre Jorge se echaba las nocturnas con doña Eduviges y doña Prudencia (“que murmuren”, dice el bendito sacerdote, “al fin que cometen pecados que luego yo tengo que perdonar”) yo caminé hacia la huerta, me dirigí a la vieja pileta y ya estuvo.

María de la Luz ya tiene su unicornio. Hoy ya lo llevó a pasear como piensa hacerlo todos los días. Le dio de comer en la mano hojitas de naranjo y pedacitos de fruta, con esa ternura que se divisa mejor en su cara morena ahora que anda pelona, porque se cortó la trenza quesque para dejarla en la tumba de su mamá, que yo recuerdo como la señora más imponente de todo Santa Angélica y las minas abandonadas que le dan vuelta.

Y se miran estos dos seres y no sé qué me da, como que el cielo se va a fundir de tanta felicidad.

No, no me siento culpable de haberme llevado este bonito caballo con cuerno. Total: el padrecito no podrá acusarme de nada, porque quedaría rete mal ante sus feligreses y ya no serían murmuraciones, serían verdades. Además, María está re contenta, y dicen por ahí que “ladrón que roba ladrón tiene cien años de perdón”.

Hoy en la mañana fui a misa, así como que no quiere la cosa, y en su sermón, largo como pocos, el padre Jorge no mencionó a los unicornios. Tan sólo habló de la pena eterna que aguarda a todos aquellos que desean las propiedades de su prójimo, a los que roban y a los que lucran a costillas del más próximo.

Dijo que deberían arrepentirse y devolver todo lo robado y lo deseado. No creo en el infierno después de ver tanta promesa que hace el presidente municipal, ni puedo devolver lo robado porque con eso tengo lo que más he deseado, a mi María, mi María de la Luz.

Las palabras del padrecito, por más que quiera, no me causan la más mínima cosquilla.

De todos modos, me sigo llamando José Guadalupe.

Falleció el actor Mario Martinez Rivera

El actor potosino Mario Enrique Martínez Rivera, de 58 años de edad, falleció el domingo 23 de julio de 2006, víctima de cáncer. Pionero del teatro independiente en San Luis Potosí. Se le rindió un homenaje póstumo de cuerpo presente en el Teatro de la Paz.

Mario Enrique Martínez Rivera fue el primer actor del grupo de teatro Zopilote creado en 1967. En su trayectoria escénica recorrió más de 20 países, asimismo la totalidad de la República Mexicana y más de 80 poblados a nivel nacional, siempre teniendo como estandarte al teatro independiente.

“Siempre fue comprometido con su realidad política, aunque su prioridad siempre fue la creación y apoyo a los movimientos sociales”, señaló el escritor Ignacio Betancourt Robles a un diario de circulación local.

Por su parte, el maestro Fernando Betancourt Robles señaló que en 1973 Mario obtuvo el Premio Nacional de la Actuación, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), donde compitió con más de cuatrocientos actores. Eso sucedió en la ciudad de México en el Festival de Otoño del INBA.

En el año de 1978 se comenzaron hacer las Muestras de Teatro, antes se hacían Festivales de Otoño y se entregaban premios para los mejores actores y actrices. También fue docente de la materia de Historia del Teatro.

Mario Enrique Martínez Rivera participó en festivales internacionales en Nueva York, San Francisco y Los Angeles, así como también en países de Centroamérica, como en Ecuador. En década de los 70´s actuó en obras como El Gran Circo de los Hermanos Gandalla, La desventura de San Diego y demás obras escritas por Ignacio Betancourt. También participó en obras destacadas como In paciente Job, Fábula latinoamericana entre otras. En 1997 Mario Enrique Martínez, participó en la puesta en escena La carpa de Soledad, ultima obra montada por teatro Zopilote, del cual los hermanos Betancourt Robles también fueron fundadores. Mario Enrique Martínez Rivera dio clases de teatro en el Instituto Potosino de Bellas Artes (IPBA).

(Boletín de la Secretaría de Cultura de SLP)

miércoles, agosto 02, 2006

Y que conste


"Los grandes acontecimientos del mundo suceden en el cerebro. Es también en el cerebro, y sólo en el cerebro, donde se cometen los grandes pecados".

Oscar Wilde

La extraña muerte de don Nico



Portada del libro Villa Juárez, la bella villa
publicado por el Programa de Desarrollo Cultural Municipal de SLP

La fiesta de San Panchito y la extraña muerte de don Nico

Cada cuatro de octubre la bella Villa Juárez se queda más sola, pero no porque sea la fecha de emigración masiva a Estados Unidos, sino porque se organiza el mayor día de campo del año, para ir a visitar a San Francisco de Asís, quien se apareció en un pequeño oasis entre dos cerros, en lo que se conoce como el Cañón de la Mora, distante dos horas a pie de la cabecera municipal.

Don Nicolás Rivera Ramírez, a quien se le apareció el santo, vivía en una humilde casa casi afuera del pueblo, donde solía ofrecer su única silla a quien le visitaba. Parecía que apenas podía moverse, pero cada cuatro de octubre de varias décadas subió y bajó cientos de veces la escalera que lleva al alto altar de la imagen, grabada algo burdamente en una roca. Hasta el año 2003, cuando murió en las más extrañas circunstancias.

Don Nico, como todos le conocían, siempre fue el oficiante de San Panchito, pues enfrentó gran resistencia de la iglesia católica y, por ende, de varios sacerdotes. Encabezaba las caminatas y recibía a los peregrinos. Cada tanto rociaba con agua ¿bendita? a los que llegaban en solitario o en peregrinación, y se rezaban cantado el Rosario o al menos el Padre Nuestro de rigor. Mientras en los alrededores los villajuarenses buscaban el mejor lugar para almorzar y pasar el día, mirando de cerro a cerro a sus paisanos.

Con su voz queda, apenas audible, don Nico nos relató, como lo hacía una y otra vez a quien quería escucharlo, la historia de la aparición. Aunque no recordaba el año exacto fue, dijo, hace unos 40 años, cuando andaba en la sierra buscando un buey que se le había perdido:

"Era ya tarde, el sol estaba bajito. Tomé una veredita que me llevó hasta un arroyo, luego llegué a un pedacito muy lindo, donde había flores. Caminé veinte pasos y que me hablan: “Nico”. Entonces yo me quedé parado, pensando. Yo no había visto a nadie, a lo mejor había por allí algún hombre, algún herido, le picaría una víbora, ha de estar picado, pensaba yo. Entonces me arrendé a buscarlo, y no hallé nada. Que saco la cuchilla y machetié unos árboles hasta que los dejé blanqueando, pa dejarlos de seña de que ahí hablaban, para platicar, así como estoy platicando, y ya me vine. Llegando allí on taban las flores, me dio la claridá y que voy mirando abajo de la roca, en una peña, el señor estaba allí [...] “Mire el señor” esas fueron mis palabras.

"Le pedí el milagro del buey, y que estuviera donde estuviera, me trajera ahí, y yo le llevaba su milagrito y una velita de 50 centavos, probemente. Y así fue toda la manda. Y llegué en la noche, papá, mamá, me estaban esperando todos en la cocina, pues ya era nochecita. Pero ‘onde yo venía caminando traía una claridad y yo veía muy bien. Y yo les dije: les traigo una razón muy linda, les dije pa que se asustaran. Y ya les dije, esto y esto, mañana los llevo yo para que lo vean. Y al día siguiente ellos fueron conmigo, y ahí donde yo había macheteado estaba mi buey. Rápido les dije: yo me voy a regresar a la Villa a comprarle la velita, el milagrito no porque esos hay que irlos a comprar hasta Cerritos, pero la velita sí la podía yo encontrar por ahí en las tienditas. La compré en la tienda de don Higinio Chavira, papá de Manuel Chavira.

Don Nico acudió a la presidencia a avisar, también fue a la iglesia, con el padre Ramón González, quien acudió al Cañón de la Mora a ver la aparición en la peña. Quedó convencido, asegura, pero le dijo a don Nico que al cumplirse los cinco años del fenómeno le daría la bendición y el nombre a la imagen.

Sólo que al santo “le urgía su nombre”, por lo que la imagen le habló nuevamente a don Nico para sugerirle que se pasara con el padre de Cerritos; así lo hizo y el padre del municipio vecino acudió también a conocer la aparición. Lo hizo en un acto público y ahí dio un sermón en el que se le dijo a la gente que San Francisco necesitaba una retocada, porque era como si estuviera desvestido, por lo que todos lo fieles deberían cooperar, y que ya cuando estuviera listo en ese lugar que había escogido para establecerse, entonces sí recibiría bendición y nombre oficial. Él mismo se ofreció a enviar un escultor y así lo hizo, además tramitó una carta del obispo.

Una vez que el trabajo estuvo terminado, el padre de Cerritos le dio la carta del obispo a don Nico para que se la diera al padre Ramón, también le dijo que si el padre Ramón no quería bendecirlo, entonces regresara y él personalmente iría a hacerlo. El padre Ramón ya no puso pretextos y fijó fecha para la bendición, le dijo a don Nico que consiguiera 300 padrinos y madrinas y citara a toda la gente. Fácilmente se reunieron los padrinos necesarios y se llevó a cabo la ceremonia.

El padre le pidió a don Nico que le acercara una reliquia, pero una voz finita llegó a oídos del hombre, diciéndole que “no le acercara una, sino dos”. Don Nico obedeció y el padre al verlas, quedó “humillado” ante el Señor, decía don Nico que exclamando: “una no es ninguna, dos es verdad de Dios”.

Don Nico siempre tuvo la ilusión de que algún día se le hiciera una entrada de cera. Decía que eso le falta al San Francisco del "Cañón de la Mora". Pero ya no lo alcanzó a ver.

Don Nico murió el 4 de octubre de 2003 en pleno festejo anual al “Santito”, frente a la asombrada multitud que acudió al Cañón de la Mora.

No murió de viejo, sino por una piedra que cayó desde lo más alto de la montaña. No fue un alud, fue sólo una piedra, que cayó justo en la nuca del anciano, mientras asistía al sacerdote oficiante.

Cuentan los villajuarenses que unos días antes del lamentable hecho, este hombre se había perdido. Incluso, varias personas se organizaron para salir en su búsqueda y todos pensaban que lo encontrarían muerto. Curiosamente, a pesar de su avanzada edad, fue localizado en un camino cerca de la localidad de Mezquites, en el vecino municipio de Cerritos. ¿Cómo llegó allá? ¿por qué se perdió si él conocía bien los caminos? Nadie lo sabe.

Y luego, el fatal desenlace. Lo cierto es que hasta los más escépticos quedaron sorprendidos ante este extraordinario acontecimiento. Propios y extraños quedan para dar cuenta de que Don Nico murió después de una misa celebrada al pie de su amado San Francisco, sueño que había perseguido por largo tiempo y que por fin había logrado realizar. Precisamente, dicen los testigos que se hallaba sentado al lado del padre, pero parece ser que el “Santito” sólo se lo quería llevar a él.

- - - - - - - - -
(entrevista: Luz Galván Salazar, crónica y redacción: Alexandro Roque)

Tlaxcalilla, sus primeros sueños...



Portada de Tlaxcalilla, Sus Primeros Sueños...

No siempre me persigno frente al templo, pero me gusta ver que la explanada siempre tiene algo que ver, desde los novios que se esconden al fondo hasta los niños que corretean en lo que hace mucho fue un convento, donde vivieron los indios guachichiles y, en realidad, donde comenzó la ciudad de San Luis Potosí.

“Tlaxcalilla, sus primeros sueños”, es un cuaderno en el que también están los primeros sueños del autor en este barrio, el más antiguo de San Luis Potosí, en un ejercicio de autoconocimiento. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Cómo es que este lugar llegó a ser lo que veo? ¿Lo que veo es real? La anciana que veo todos los días al salir o llegar a la casa, a la hora que lo haga, parece caminar con los pies bien puestos sobre la calle o en la minúscula banqueta, pero no creo que lo que percibimos sea lo único.

Es un cuaderno pequeño de apenas 32 páginas con muchas fotos de tamaño pequeño de algunos ángulos pocos vistos de sus calles y su parroquia. Es un texto ameno, esa fue la intención, y habla de que el pueblo de indios de Tlaxcalilla pasó a ser Tlaxcala, y de que sus primeros habitantes fueron ejemplo de una nueva foma de vida para los pobladores originales de la región.

Contiene fragmentos de libros y temas muy interesantes, como la bruja guachichil, que fue ahorcada por tratar de liberar a los indios del yugo español, o trazos del primer poema potosino, que escribió un brillante autoviudo, que se vengó así de los bureles que por segunda vez le puso su mujer. También está la historia de Pascualillo, un negrito asesinado en el pueblo indígena. Hay descripciones del templo y las calles, pero sobre todo hay cariño.

La lejanía del centro de la ciudad (el eje vial Ponciano Arriaga en realidad no tiene mucho que se enderezó) ha hecho que el Barrio de Tlaxcala se queda un tanto a la zaga de las remodelaciones y el cuidado que se tiene con otros barrios, como el de San Miguelito, que hasta en una canción está, o el de San Sebastián. Con el barrio de Santiago, es de los sitios que menos se ven, y a los que por lo mismo menos atención se les presta. Es de los pocos lugares que no tiene diminutivos: San Sebas, Tequis, San Miguelito, Montecillo. Los dos primeros eran pueblos de indios y los demás de españoles, criollos y mestizos. Tlaxcala o Tlaxcalilla sigue siendo extraño para muchos potosinos.

Este cuadernito es una recopilación de datos, lugares y personajes que poco se conocen. Muchos turistas y muchos locales preguntan por libros sobre los barrios y se encuentra poco material. La mayoría es muy frío y poco accesible. Es un esfuerzo por conocer, porque conociendo se llega a querer. Es, hay que decirlo, un material de presentación de Servicios Editoriales debajo del Agua, pero también una invitación a que todos los que quieren escribir, decir algo, lo hagan. Nadie nace sabiendo, todos necesitamos de los demás.

Este librito es un granito de arena para que nos podamos ver en espejos mágicos, en donde aún andan brujas guachichiles arengando a la población para que no se deje, en donde podemos escribir poemas a la amada, en donde podemos pasear por algunas calles y pensar que estamos en otro siglo, en donde Alicia se podría perder en los laberintos y encontrar gatos, sombrereros y reinas, en donde la fiesta es el 15 de agosto pero se sigue el resto del año.

Hay muchos personajes de varias edades, pero pienso sobre todo en los ancianos y adultos mayores, que podrían ahondar en cada detalle de la vida y de la historia del lugar, pues de aquí han surgido muchas familias de artistas, artesanos y hasta políticos, aunque muchos finjan no acordarse del lugar donde les cortaron el ombligo. Este cuadernito es una invitación a que no dejemos morir la tradición, las leyendas, el amor por nuestro entorno. Es un llamado a las autoridades de todo tipo a que volteen a los lugares donde la vida parece haberse detenido, pero que no por eso deben ser olvidados.
Tlaxcala necesita reconstruir y documentar su vida, pero eso se logrará si todos aportamos lo que podemos, en nuestro campo de trabajo, en nuestros recuerdos, en nuestros sueños.

Alexandro Roque

Leonel Chavez Lerma

“Dichoso aquel que se ríe de sí mismo, porque nunca le faltará motivo de diversión”, dijo Habib Bourguiba, y Leonel Chávez Lerma (Parral, 1947-SLP, 2006) lo supo aplicar a la perversión, que diga, a la perfección. A contrapelo de muchos escritores que se toman demasiado en serio, supo reirse para no tener que llorar.

En una sociedad donde escritores, políticos y sacerdotes se aprestan a pontificar cada día, en una competencia feroz —que ha dado joyas literarias como El miedo a los animales, de Enrique Serna, o El Sexo de los Ángeles, de Terenci Moix— este graduado de la Academia de Arte Dramático de la Asociación Nacional de Actores (anda) se preocupaba más de capacitarse, de leer, de estar atento a las noticias. Lo mismo iba a un curso de locución que a uno de filosofía, de dramaturgia que de apreciación literaria, y a más de uno incomodaba con su facha de santaclós en desgracia y con sus comentarios sarcásticos.

No se trata de querer santificarlo. No queremos decir como en la canción de Chava Flores, “hoy que ya está en el veliz qué bueno era”. Se trata de hablar de un hombre con aciertos y errores, y sobre todo con ganas de contar e inventar el mundo, que se supo ganar el interés de muchos turistas que conocieron San Luis Potosí gracias a su buena memoria. Que dejó amigos entre personas de los más variopintos pensares.

No estamos aquí porque se trate de un homenaje institucional, que será repetido por televisión hasta el hartazgo como de otras “personalidades” de la cultura local, aunque Leonel igual lo merecería. Estamos porque apreciamos, quisimos, aprendimos de Leonel, un hombre motivado a saber, a pensar.

Pues como djo George Bernard Shaw, “mi forma de bromear es decir la verdad. Es la broma más divertida del mundo”, por eso él le llamó Jaladas de pelos a su libro, que ojalá se distribuya, que se reuna material inédito, que se reconozca a quien en espíritu aún debe estar en el jardín de San Francisco, leyendo, absorbiendo la vida de una ciudad que poco lo reconoció.

Alexandro Roque, homenaje a Leonel Chávez Lerma en la Casa del Poeta Ramón López Velarde, 13 de junio de 2006

Anuncios de hojita parroquial

De lo que transita por la red...

* El grupo de recuperación de la confianza en sí mismos se reúne el jueves por la tarde, a las ocho. Por favor, para entrar usen la puerta trasera.

* El viernes, a las siete, los niños del Oratorio representarán la obra "Hamlet" de Shakespeare,en el salón de la iglesia. Se invita a toda la comunidad a tomar parte en esta tragedia.

* Estimadas señoras, ¡no se olviden de la venta de beneficencia! Es una buena ocasión para liberarse de aquellas cosas inútiles que estorban en casa. Traigan a sus maridos.

Revista de El Colegio de San Luis, Vetas

www.colsan.edu.mx
año VI • número 18 •

PRESENTACIÓN
Ayuzabet de la Rosa Alburquerque •

BONANZAS
Marcela Rendón Cobián • El análisis institucional en el estudio de las organizaciones
ANTONIO BARBA ÁLVAREZ • El nuevo institucionalismo económico. Una aproximación organizacional
Javier Jasso Villazul • Tecnología y organizaciones: consideraciones acerca de una propuesta teórica de la innovación
Anabela López Brabilla, Miguel Ángel Pérez Torres y Ayuzabet de la Rosa Alburquerque • La acreditación mediante el Sistema Nacional de Investigadores como mecanismo de regulación de la investigación. Algunas reflexiones organizacionales a partir de un estudio de caso
Rogelio Mendoza Molina y Rosa Isela García Herrera • Identidades y organización. Maestros y sindicatos en Tlaxcala. Aproximaciones y escarceos con un problema elusivo
Óscar Lozano Carrillo • La pequeña empresa desde la perspectiva de la modernidad y la posmodernidad. Un punto de vista organizacional basado en un estudio de caso
Alfredo Macías Vázquez • Criterios metodológicos para el análisis de sistemas agroalimentarios localizados. Una aproximación a la realidad mexicana
Enriqueta Serrano Caballero • Participación de la sociedad civil en los procesos de integración regional. El caso de Centroamérica

BRECHAS
Rafael Sánchez Domingo • La administración territorial castellana y su proyección en México en la Época Moderna
Carlos Rubén Ruiz Medrano • El tumulto de 1784 en Guayacocotla. Cambios y definiciones en la geografía política de una comunidad indígena en la Nueva España

PORTAFOLIO GRÁFICO • Fotografía • Ricardo Sierra Arriaga

amalgama
Winston Morales Chavarro • poesía

Otra puerta...


...a otras puertas, a la vanidad (para eso usan algunos sus espacios), a la perversión (para eso he buscado algunos blogs) y ultimadamente a la sangronada (de eso hay demasiado y no necesita explicación). Bienvenidos. Nomás sin ofender, sin querer tener la razón a toda costa. La enfermedad de este autor, que se las da de escritor aunque nomás lo conozcan en su casa, es considerada un crimental en su tierra natal (San Luis Potosí, un estado del centro norte de los antiguamente llamados Estados Unidos Mexicanos, hoy en peligro de extinción) y por eso se desahoga por estos rumbos electrónicos. Afortunadamente, su enfermedad ha sido poco contagiada.

Amiguitos: el autor promete hacerle al cuento, a veces a la poesía (al poema, pues, antes de que me regañen). Promete noticias, desahogos, reseñas de presentaciones de libros, claves de su vida personal, avisos de ocasión, citas robadas, de ser posible fotografías, adelantos o fragmentos de las revistas en que colabora y otras que nos hagan llegar o en las que podamos colaborar, actualización constante de enlaces a sitios interesantes y todo lo que se le ocurra. Promete no hablar o escribir tanto en tercera persona.

La mayoría de las revistas impresas que se han hecho en SLP fallecen a los tres números. Hay blogs en los que se pusieron tres o cuatro entradas y se dejaron fallecer.

A ver qué pasa aquí. Por material no queda.