Alexandro Roque
Desde el domingo 2 de julio, cuando mister Ugalde salió a tratar de justificar lo injustificable, confirmó que en los meses anteriores se instauró el reinado del Gran Hermano, que estamos en una versión tercermundista de 1984, de George Orwell, donde “las estadísticas eran de tono tan fantástico en la versión original cuanto en aquella que resultaba modificada. En la mayoría de los casos, el funcionario actuante debía borrarlas de sus recuerdos como si nunca la hubiera conocido…”
Y es que en el mundo vigilado de Orwell, basado en un Londres atemorizado por la Policía del Pensamiento y los crímenes mentales (crimentales), “lo horrible era que todo podía ser verdad. Si el Partido podía extender su mano hacia el pasado y decretar que tal o cual suceso nunca había ocurrido, esto era aún más horrible que la tortura y la muerte…
Desde el inicio de las campañas la televisión fue el espacio del Gran hermano, en el que si bien se dio espacio a la opción de izquierda, más bien se le utilizó para enfocar en ella los “dos minutos de odio” de los que se habla en la novela escrita en 1949.
Los aparatos de Estado —la superestructura de la que hablan los teóricos del materialismo histórico— han sido efectivos, aunque no tanto para acrecentar el .5% de diferencia. Esa diferencia “real” no hubiera existido si algunas televisoras, sacerdotes, empresarios y patrones no hubieran infundido ese miedo terrible a perder la casa y el carro, a perder la supuesta libertad de que gozamos (aunque en la novela de marras una de las frases claves del partido dominante es “la libertad es esclavitud”). Todo es limpio en México menos lo que se opone, lo que surge de los renegados.
Un mundo fingido donde hay consejeros electorales que se sienten ofendidos porque se les conmina a echarle ganas, cuando fueron contratados por ser amigos de quienes se encuentran enquistados en una burocracia electoral ya muy rebasada. Y ofendidos y todo, no hicieron nada, sólo cobrar su dieta.
Desde el día de las elecciones para el presidente los que dudamos somos resentidos, para una diputada panista somos huevones (“ya perdieron esos huevones, ahora hay que ponerlos a trabajar”) o gatos (“ocho de cada diez gatos lo prefieren”.
Desde entonces los medios comprometidos, con el gobierno, dan noticias y azuzan a unos y otros, con el panista ya en papel de presidente electo.
Me siento como Winston, el personaje de Orwell en 1984, cuando habla de las telepantallas del Gran hermano, que llegaban “casi a convencerle que era noche cuando en realidad era pleno día. Después, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y no quedaría más remedio que aceptarlo. Inevitablemente llegaría a pensar algún día que dos y dos suman cinco…”
(publicado originalmente en la revista Go!)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario