domingo, mayo 22, 2011

Crónica del apocalipsis desde la Gran Chichimeca

Escribo esta entrada antes de esconderme ¿días, semanas? en mi refugio antinuclear, en el sótano de mi casa. Han pasado varias horas desde que empezó el fin del mundo, y quiero llegar "completo" (lo que sea que eso signifique) al juicio final. El cielo se ha tornado carmesí y desde anoche los muertos comenzaron a salir del Saucito y de Valle de los Cedros. No comen carne humana pero tienen mucha fuerza, y no se les puede liquidar ni cortándoles la cabeza: la agarran y siguen muy orondos su caminata hacia el centro de la ciudad.

Parece que se han concentrado en el centro de la ciudad. Los muertos llenan la Plaza de los Fundadores y las vestimentas de todas las épocas parecían un mortal carnaval de los más de cuatrocientos años de haberse fundado esta ciudad. Los vi por televisión antes de que se interrumpiera la señal. Debimos saber que la primera señal del apocalipsis era la desaparición del Cerro de San Pedro, pero todo mundo decía que no pasaba nada, y ni siquiera se preocuparon cuando se oyó la Llorona por todo el camino a este municipio. Hubo quien aseguró que era una ex trabajadora del "Castillo de Greyskull", el famoso centro cultural nocturno (aka zona roja) que está por allí cerquita.

Pocos creyeron al hoy santo Harold Camping, quién halló la fecha secreta de los siete mil años que transcurrieron desde el diluvio. Justo a la medianoche empezaron a caerse todas las estatuas de las plazas y avenidas: las musas de la Casa de la Cultura, las otras monitas que estaban en Reforma, el Hermes que apuntaba al cielo en Plaza de Armas... Sin que nadie lo tocara, el carillón de la catedral comenzó a entonar un requiem.

Pocos, muy pocos fueron los potosinos "arrebatados", y fueron sobre todo niños. Muchos alzaron las manos al cielo cuando sus hijos ascendían hasta perderse en lo alto, pero la mayoría se quedaron brincando como queriendo alcanzar una manzana. Ni berrinches ni mentadas hicieron que aumentara el número de los elegidos. Y vivos y muertos empezaron a pelearse el espacio en la plaza.

En las oficinas gubernamentales ha habido incendios que hasta el momento de escribir estas líneas han sido imposibles de controlar. Incendios aislados, se dijo en un boletín oficial, pero la información dejó de fluir cuando las llamas aparecieron en la oficina de comunicación social.

Arrebatada, mi esposa me dejó con los niños. Siempre fue una santa, como le decían todas sus amigas. Se elevó y apenas alcancé a oír que me dijo "lero, lero". Ya he encargado a Lupita y a David con mis compadres, porque las provisiones del refugio no alcanzan para los tres, y al fin que no tienen muchos pecados. Total, ya tengo algunos libros de autoayuda, dos o tres libretas y suficientes películas porno para aguantar los cinco meses que según San Harold pasarán para que inicie el juicio. Espero que se nos asigne un buen abogado fedensor, mínimo el de Presunto culpable.

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