lunes, marzo 07, 2011

Lo femenino en la literatura potosina (1)

Lo femenino en la literatura de San Luis Potosí
Hacia algunas definiciones nada definitivas

San Luis Potosí, SLP, 10 de marzo de 2010

Escribir es ir más allá de la vida real, de un cuerpo que no pedimos y de un tiempo que corre cada vez más de prisa. Eusebio Ruvalcaba propone provocadoramente que los hombres escriben más que las mujeres “porque ellas practican los sueños en la vida diaria”. No siempre. Pero es un punto de vista del que podríamos partir.

Literatura es una palabra, un vocablo, una voz y una forma de descifrar el mundo, de inventar la realidad. Cuando Rocío Salazar me invitó a charlar con ustedes en el marco el Día Internacional de la Mujer una multitud de ideas que apenas he podido tratar de ordenar me vinieron a la mente. Hablar de literatura, de género y de región, los tres o por separado, no es tarea fácil, por lo que aquí se trata apenas de hacer algunos planteamientos y presentar algunos datos que den pie a una labor que tiene que hacerse en colectivo.

El lenguaje divide en géneros para clasificar lo que tiene caracteres y características comunes. En gramática se habla de que hay tres, femenino, masculino y neutro, aunque en español no hay sustantivos neutros y recientemente se ha caído en la ultracorrección de hablar “a ellos” y “a ellas” como si con eso pudiéramos ocultar traumas añejos virados a hábitos de la realidad de desigualdad, el machismo de ellos y la supuesta abnegación de ellas. Poetisa es una palabra que quiso ser laudatoria en su tiempo, pero una colega me advirtió no hace mucho que si le llamaba poetisa me daría una ídem. Es un problema de palabras, pero no lo es. No bastan los discursos sino lo que se habla desde la infancia.

Lo más sencillo hubiera sido hablar de la mujer como musa inspiradora. Más, lo más sencillo hubiera sido que invitaran a una escritora, que hay muchas y casi todas mejores que yo. La cuestión es cómo vemos al otro, a la otra, como poder hacer una visión que nos integre y nos haga iguales. Yo es otro, escribió un poeta. Yo es otra, soy tú, lo femenino que de ti recibo y me completa. Tolerancia es un término muy lejano, no implica ponerse en los zapatos o zapatillas del otro. Mejor usemos aceptación. Mejor, comprensión.

Volviendo a Ruvalcaba, ¿qué, el hombre no sueña? Tal vez no todo el tiempo pero debería. Debería preocuparse por ser inspiración, “muso” para la mujer. Regularmente muchos de mis congéneres no aceptan su lado femenino, ese que se supone deben transmitir mamá y papá desde que el niño está en la cuna. El problema viene de que la madre ha sido educada para buscar la autorrealización en los hijos, y el padre no se autorrealiza porque por lo regular está ausente. Creemos que todo es blanco o negro, hombre o mujer, activo o pasivo. Hasta las palabras hembra y macho, que deberían hablarnos sólo de rasgos biológicos, se convierten en insultos. La falta de contacto con uno mismo, la no realización como individuos es lo que nos falla. La mexicanidad es una codependencia, dice el escritor Heriberto Yepez.

Estamos acostumbrados a discriminar, a poner apodos, a pensar que el otro es inferior por su color de piel o por su religión, por su peso o por su sexo, por su falta de educación, el lugar donde vive o porque tiene muchos grados académicos. Hasta por el color de su cabello y, una vez más en el caso de las mujeres, por el tamaño de sus senos. Entre broma y broma los prejuicios se asoman.

En el análisis del discurso se ha dado peso recientemente a la llamada ginocrítica, y aquí retomo a la investigadora Annette Paatz, como la disciplina que estudia los textos individuales basada “en los esbozos de sujeto femenino y sentido histórico constituidos por la escritura”, donde las autoras hacen sus propuestas a partir de la conciencia de su rol y su exclusión del discurso del poder, de lo que surgen nuevas posibilidades creativas

¿Y la literatura regional? Escribir desde San Luis Potosí, desde la provincia, en un sitio y un tiempo específicos no nos hace escritores “locales”. En tiempos de que pone en duda “lo mexicano” como identidad, hacia dentro y hacia fuera, ¿“lo potosino” existe como una característica literaria? Ser mujer no hace que lo que produzcan deba ser considerado literatura femenina, como las letras de hombres no son machistas per se. Casos claros de ello son Sor Juana o Mary Shelley, autora de Frankenstein o el moderno Prometeo, a quienes lo último que deberíamos hacer es acusarlas de hacer literatura femenina.

Pensar que lo que se hace en la ciudad de México es lo único que cuenta es otra trampa cultural que nos hace desear pero no actuar, escondernos en algunos de nuestros tantos prejuicios, con los que muchos quieren hacer más grande la diferencia entre lo que se escribe en la capital y lo que se escribe “en el interior del estado”, o entre la literatura culta y la popular, entre la obra de los consagrados y la de los jóvenes que apenas empiezan.

El investigador Humberto Félix Berumen propone que para estudiar la literatura regional debemos “comprender la noción de literatura que priva en ciertos momentos”, “considerar la infraestructura cultural y educativa existente en cada momento”, como las editoriales e imprentas, talleres literarios, premios y becas, posibilidades de intercambios de textos y autores, cercanías y lejanías, así como las condiciones de difusión y recepción de las obras literarias, y el papel de la crítica (¿la habrá en San Luis, por cierto?) y las articulaciones que se puedan detectar en tiempos y espacios.

Para fines de estudio valen esas clasificaciones, no para la vida.

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No se trata de hacer teorías de género a partir de la revisión de algunas autoras, o de definir las lecturas que aquí se presentan como literatura femenina. Se proponen aquí nombres e ideas para escribir más, de algún hombre que intenta descifrar lo femenino, de mujeres que opinan, para escribir de nuevo, para ver que hay un pasado y un presente donde la mujer se apodera de las letras, desde la provincia tan lejana a la ciudad de México, desde lo indígena y lo mestizo, desde Latinoamérica hacia el mundo. Se trata de literatura más allá del género, donde hay ideas y sentimientos, puntos de vista que conviene retomar para no perdernos en los tiempos de la demasiada información, casi toda digerida y a un click de distancia.

Tengo el honor de estar frente a grupo en la recién refundada escuela de letras de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. En la hoy licenciatura en lengua y literaturas hispanoamericanas hay ya tres grupos estudiantiles compuestos mayoritariamente por mujeres. Este semestre me ha tocado compartir con ellas la materia de Literatura Regional, en la que fiel a mis usos y costumbres trato de propiciar un diálogo en el que haya más dudas que certezas para que los estudiantes busquen sus respuestas. ¿Qué es la literatura regional? ¿Sólo los nacidos en la región o quienes vienen de fuera? ¿Durante cuánto tiempo deberían estar en la región para poder apropiárnoslos para nuestra historia? ¿Y si nacen aquí, se van y hacen su obra fuera, también podemos hacerlos nuestros? ¿Desde dónde se escribe y para quién?

Los invito a compartir este recuento apresurado e incompleto de obras literarias en esta región, que no de literatura femenina ni local. Se trata de literatura a secas, de una historia común...

(sigue aquí)

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