lunes, marzo 07, 2022

Historias cada vez más comunes: Matilde (periodista) - María Garay López


En la sala de redacción del periódico El Oportuno, uno de los pocos diarios impresos que todavía se leen en la ciudad, Matilde escuchó una voz burlona a poca distancia de donde se encontraba. Era uno de sus compañeros, quien se despedía de ella en tono de mofa por el tiempo extra que ella dedicaba al trabajo.

La joven ya se había acostumbrado a ese trato, y también al poco reconocimiento a su empeño por parte de su jefe. No le importaba. Aunque invertía más horas que el resto del personal, se sentía feliz de hacer lo que le gustaba: periodismo de investigación. Y el caso que ahora la mantenía tan ocupada concentraba todo su interés: la recopilación de información biográfica de una “buscadora” (mujer que había pertenecido a un grupo de madres y esposas de desaparecidos, que buscaban indicios o restos humanos en fosas clandestinas).

Matilde sabía que con su investigación estaba corriendo riesgos; tantos, que ponía en peligro su integridad física. Aun así, era una idealista y pensaba que su historia serviría para llamar la atención de las autoridades —los grupos de “buscadoras” son casi completamente ignorados—, y podría redituarle a ella el premio de periodismo que tanto anhelaba.

Claro que tenía miedo: en las últimas semanas había recibido tres o cuatro llamadas de números desconocidos, y había notado que, de manera “ocasional”, se topaba con un sujeto en el elevador, con pinta de policía o guarura, por lo que prefería bajar las escaleras acompañada de otras personas. Pero con cada entrevista y sitio que visitaba, Matilde perfilaba mejor a su personaje, y estos logros reafirmaban su deseo de continuar hasta el fin.

Se sobresaltó cuando sonó su teléfono celular. Era su hijo, quien le dijo algo sobre la tarea de la escuela. Concentrada en el trabajo, no se había dado cuenta de la hora que era: cerca de las nueve de la noche.

Matilde guardó sus cosas, y envuelta en su abrigo salió del edificio de manera apresurada. Un viento helado le cruzó la cara en el trayecto a su vehículo. Le pareció ver dos figuras corpulentas en las sombras. Corrió y se introdujo a su automóvil temblando. En este momento, al recordar la carita de su hijo, ya no le pareció tan buena idea seguir con la investigación. Quién sabe mañana. Si el insomnio se lo permitía, solo por esta noche dormiría un rato.

1 comentario:

  1. Estrujante. Me parece muy valioso dar voz a personajes femeninos que tradicionalmente pensamos solo como masculinos: el investigador, el periodista, el detective. Ya es hora de ver representadas en nuestras letras a las mujeres de estas profesiones. ¡Felicidades!

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