miércoles, mayo 18, 2016

Papel y pantallas - Nestor García Canclini

Las escuelas que incorporan, además de los aparatos, el uso razonado de la cultura digital, ofrecen a los alumnos ocasiones de emplear los recursos y lenguajes actuales para aprender de manera creativa y potenciarlos, leer conjuntamente libros, textos electrónicos e imágenes. Sin embargo, estos recursos no se complementan en automático y pueden dar fuentes contradictorias de conocimientos ¿Cómo elaborar las sensaciones inmediatas despertadas por videos, las opiniones virales o situar en historias razonadas las imágenes de distintas épocas y contextos socioculturales que vienen mezcladas con códigos autoritarios de consumo o sin protocolos interpretativos en las redes? La tarea de la educación institucional es proveer herramientas de discernimiento de lo que hallamos en los buscadores.

El fárrago informativo de las pantallas aparece tanto a propósito de objetos cotidianos como en temas académicos. Prueben buscar en Google «antropología de los lectores» y ese respondedor universal —que nunca dice que no sabe— los llevará por páginas que comienzan con la frase «Queridos lectores», anuncia la Feria del Libro de Antropología en México del año pasado, luego «controles de lectura» en clases y recoge opiniones de lectores sobre textos de antropología en venta en la Casa del Libro de Madrid.

Es cierto que gran número de las escuelas, sobre todo las públicas y gratuitas, actúan a la defensiva ante los medios digitales. Pero éstos no proporcionan un orden alternativo por sí mismos y cuando lo hacen a menudo es porque difunden conocimientos organizados por el mundo académico. ¿Qué debería cambiar en la educación formal para reubicarla en los actuales procesos informativos? Varios especialistas en educación sugieren caminos para reformarla.

Resumo algunas propuestas siguiendo a Inés Dussel: a) Deshacerse de la solemnidad y gravedad del tono escolar y dejar que circulen los medios digitales abriendo la palabra a la «voz» adolescente más irreverente y lúdica; b) «enriquecer los gestos y lenguajes expresivos colocándolos al lado de otros, pasados, presentes y futuros, y desplegando las series en las que se inscriben» (Dussel, 2012:206); c) construir nuevas formas de entender y aprender usando estímulos visuales atractivos, en la línea de la cultura digital, relacionándolos con el modo argumental de la cultura escrita y con el fin de desplegar «distintos regímenes de justificación» que no terminen la conversación con los gustos o preferencias de cada uno»; d) elaborar «la batalla por la atención de los alumnos sabiendo que hay también, en palabras de Walter Benjamin, «aprendizaje en la distracción» (mirar sin atender como sucede ante la televisión o en los paseos del flaneur por la ciudad); e) trabajar con la «atención profunda» de la lectura concentrada junto con la «híper-atención» del multitasking y de los intereses fugaces (Dussel, 2012: 207-208).

No es sencillo realizar estos propósitos, formar a los maestros para reformatear de manera inteligente las articulaciones entre ver, leer y saber, entre atender, aprender y comprender, cuando se asume lo que ocurre desde hace décadas con la educación en México. Al deterioro de los edificios y el deficiente equipamiento escolar (un informe sostiene que en un 10% de las escuelas —20,000— la situación es grave) se añade el alto número de maestros que no aprueban los exámenes de calificación y la herencia de plazas a familiares sin la preparación mínima. El informe de PISA 2012 comprobó que el 55% de los alumnos mexicanos no alcanzan el nivel básico de habilidades matemáticas y 41% no llega al de comprensión lectora. Por eso, México está en el último lugar de los 34 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y en el 52 de los 65 que participan en dicha prueba.

"Leer en papel y en pantallas: el giro antropológico", Hacia una antropología de los lectores, UAM-I / Telefónica / Ariel, México, 2015.

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