jueves, octubre 22, 2015

Un diluvio de mala literatura - José Gorostiza

«Puesto que escribir no sólo resulta incosteable, sino que es mal visto o visto con conmiseración, cuando no incapacita materialmente para la lucha por la vida, nada más natural que el escritor haga de su oficio un pasatiempo refinado y secreto, que no se cuida mucho de que entiendan o que no entiendan los demás. Nadie que haya de tener amores imposibles querrá tenerlos con la cocinera, cuando puede cifrar sus pensamientos en la Reina de Saba con idénticos o mejores resultados.

»Ésta es la razón de que los intelectuales mexicanos de cualquier capacidad, inclusive los mediocres y los nulos, aspiren siempre a escalar las cimas menos accesibles del pensamiento. Desconectados de la realidad literaria que la torpe masa lectora del país representa para ellos, quieren, como el Brand de Ibsen, o todo o nada.

»No condeno por un solo instante nuestra pequeña literatura, exquisita, de origen europeo. Menos mal que existe. Pero abogo, eso sí, porque se tire un puente de literatura espesa, cosechada a ras de suelo, antiartística, como la que hicieron en otras épocas el Pensador Mexicano, don Guillermo Prieto y nuestros primeros novelistas, para que el lector medio pueda alcanzar en dos o tres generaciones la ribera mental que han ganado solos, a brazo partido, los mejores intelectos mexicanos.
Nos hace falta una gran cantidad de mala literatura, una inundación, un diluvio de literatura mala, no sólo para crearnos lectores —y entre ellos, futuros lectores de buen gusto, ya que éste se hace, no nace— sino, principalmente, para echar la sola tierra en que puede crecer la literatura mexicana genuina.

»Hasta ahora hemos tenido y podremos seguir teniendo indefinidamente una buena literatura de importación, pero nunca tendremos una buena literatura propia de significación universal si no surge de ésta que he llamado mala, pero que bastaría con llamar popular, y que más tarde, a la vuelta de trescientos años, podría llegar a ser tenida por excelente.
»Hacia el nacimiento de la literatura española, el Mio Cid debió parecer un fárrago asqueroso a los cultos mantenedores de la tradición grecolatina.»

“Torre de Señales”, El universal Ilustrado, enero 15 de 1931.

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