»Ésta es la razón de que los intelectuales mexicanos de cualquier capacidad, inclusive los mediocres y los nulos, aspiren siempre a escalar las cimas menos accesibles del pensamiento. Desconectados de la realidad literaria que la torpe masa lectora del país representa para ellos, quieren, como el Brand de Ibsen, o todo o nada.
»No condeno por un solo instante nuestra pequeña literatura, exquisita, de origen europeo. Menos mal que existe. Pero abogo, eso sí, porque se tire un puente de literatura espesa, cosechada a ras de suelo, antiartística, como la que hicieron en otras épocas el Pensador Mexicano, don Guillermo Prieto y nuestros primeros novelistas, para que el lector medio pueda alcanzar en dos o tres generaciones la ribera mental que han ganado solos, a brazo partido, los mejores intelectos mexicanos.
Nos hace falta una gran cantidad de mala literatura, una inundación, un diluvio de literatura mala, no sólo para crearnos lectores —y entre ellos, futuros lectores de buen gusto, ya que éste se hace, no nace— sino, principalmente, para echar la sola tierra en que puede crecer la literatura mexicana genuina.
»No condeno por un solo instante nuestra pequeña literatura, exquisita, de origen europeo. Menos mal que existe. Pero abogo, eso sí, porque se tire un puente de literatura espesa, cosechada a ras de suelo, antiartística, como la que hicieron en otras épocas el Pensador Mexicano, don Guillermo Prieto y nuestros primeros novelistas, para que el lector medio pueda alcanzar en dos o tres generaciones la ribera mental que han ganado solos, a brazo partido, los mejores intelectos mexicanos.
Nos hace falta una gran cantidad de mala literatura, una inundación, un diluvio de literatura mala, no sólo para crearnos lectores —y entre ellos, futuros lectores de buen gusto, ya que éste se hace, no nace— sino, principalmente, para echar la sola tierra en que puede crecer la literatura mexicana genuina.
»Hasta ahora hemos tenido y podremos seguir teniendo indefinidamente una buena literatura de importación, pero nunca tendremos una buena literatura propia de significación universal si no surge de ésta que he llamado mala, pero que bastaría con llamar popular, y que más tarde, a la vuelta de trescientos años, podría llegar a ser tenida por excelente.
»Hacia el nacimiento de la literatura española, el Mio Cid debió parecer un fárrago asqueroso a los cultos mantenedores de la tradición grecolatina.»
Retomado en Bitácora de Travesía
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