miércoles, septiembre 16, 2015

Hacia "La suave Patria" - JEP (fragmentos)

"¡Viva Cristo Rey! La Revolución ha fracasado". En México el poeta civil del 2001 se llama León Felipe y escribió hace más de cincuenta años. La Revolución murió sin que nadie la llorara en una elegía. Tampoco hubo una épica para celebrarla. Sus mayores novelas —Los de abajo, El águila y la serpiente, La sombra del caudillo— critican la violencia ciega y las corrupciones de los nuevos poderes. Dos de sus grandes escritores, Martín Luis Guzmán y Alfonso Reyes, fueron hijos de militares porfirianos caídos en lucha contra el maderismo. Así, no quedó más remedio que inventarse un poema patriótico declamable en las escuelas. Pero "La suave Patria" no es nada de eso. Su misterio no se ha agotado y aún invita a toda clase de interpretaciones.

También sorprende que hayamos decidido celebrar no un número redondo sino los ochenta años de su aparición en la revista El Maestro, dirigida por José Gorostiza y patrocinada por José Vasconcelos, rector de la Universidad Nacional a punto de convertirse en ministro de Educación. El Maestro repartía cientos de miles de ejemplares gratuitos en Hispanoamérica. Uno cayó en manos del joven Borges. Se aprendió de memoria "La suave Patria" y no la olvidó nunca.

El ser memorizable es una de las cualidades que hacen memorable "La suave Patria". Es fama que al morir López Velarde Vasconcelos fue al castillo de Chapultepec para conseguir que el gobierno pagara las exequias. Álvaro Obregón, uno de los rarísimos presidentes mexicanos aficionados a la poesía y discreto versificador él mismo, amaba a Vargas Vila y a Julio Flórez pero ignoraba quién era el muerto. Vasconcelos le leyó "La suave Patria". En su siguiente acuerdo ministerial Obregón la recitó como si la hubiera estudiado mucho tiempo.

En 1921 Obregón se aprestaba a celebrar el centenario de la consumación de la Independencia y a inaugurar el sistema que duró hasta el 2000. Como Iturbide un siglo atrás, su genio táctico y estratégico había vencido a los ejércitos campesinos. Consciente de que un golpe militar y no un movimiento popular lo había llevado al poder, inventó que todas las rebeliones anteriores desembocaban en una sola a la que llamó Revolución Mexicana.

Solemnizar ambas cosas requería de cuando menos un poema épico. No había nadie que lo escribiera. Para López Velarde el intento era la única posibilidad de reconciliarse con los vencedores. ¿Cómo hacerlo si su honradez le impedía elogiar al general que jamás perdió una batalla y congraciarse con los asesinos de su jefe que mantenían preso a su amigo y protector Aguirre Berlanga?

Optó por un poema íntimo que en vez de cantar al nuevo México obregonista se despedía del México destruido por la Revolución. No fue, como algunos quisieron, un segundo Himno Nacional. Sin embargo, su encanto y su misterio están lejos de haberse agotado en estos ochenta años:

Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún toco
y la hora actual con su vientre de coco
y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.

Tomado de Letras Libres: "López Velarde hacia 'La suave Patria' " (JEP, 2001)

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