Extraños buitres negros describían sus círculos
en el cielo incendiado de tu agitada mente
bajo el sol obsesivo de un solo pensamiento.
No hay remedio: la marea está crecida. Y todo parece arder.
Demasiado calor, como para despellejar la noche.
Los sesos ya hirvieron. Sólo queda refugiarme en tus fotografías
e imaginar congelarme ahí,
en tu mirada congelada por la cámara.
Pero igual quema: me derrites.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario