martes, octubre 04, 2011

manías


Buffon sólo podía escribir vestido de etiqueta, con puños y chorreras de encaje y espada al cinto.

Alejandro Dumas, padre, escribía vestido con una especie de sotana roja, de amplias mangas, calzando sandalias. 

Pierre Loti, vestía trajes orientales mientras escribía en un despacho decorado a la turca. 

John Milton escribía envuelto en una vieja capa de lana.  

Chateubriand dictaba a su secretario paseándose con los pies descalzos por su habitación. 

Victor Hugo meditaba sus frases o sus versos en voz alta paseando por la habitación hasta que los veía completos, pasando entonces a escribir con toda rapidez. 

Jean-Jacques Rousseau prefería trabajar en pleno campo y, a ser posible, al sol y, si el ruido ambiente le molestaba, se taponaba los oídos con tapones de guata. 

Montaigne escribía encerrado en una torre abandonada. 

Schiller sólo podía escribir si tenía los pies metidos en un barreño con agua helada.

Lord Byron excitaba su inspiración mediante el aroma de las trufas, de las que procuraba llevar siempre algunas en sus bolsillos.

Flaubert era incapaz de escribir ni una sola línea sin antes haberse fumado una pipa. 

Honoré de Balzac se acostaba a las seis de la tarde. Lo despertaba una criada justo a medianoche e inmediatamente se vestía con ropas de monje (una túnica blanca de cachemira) para ponerse a escribir ininterrumpidamente de doce a dieciocho horas seguidas, siempre a mano su cafetera de porcelana.

* * * 
Yo aún no hallo el lugar (aunque creo que deber ser amplio), ni la música (¿movida?) o la ropa ideales (sí debe ser cómoda), varían las manías y los materiales, a mano o en libretas grandes o pequeñas, en la computadora o en tarjetas, a veces en la libreta de notas del teléfono celular. Si acaso ya está la hora: casi siempre después de la medianoche. La bebida también: café muy cargado, y muchos cigarros (es horripilante encontrarse con la cajetilla vacía a medianoche). Aún no hallo el aroma pero... 

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