viernes, marzo 11, 2011

autorregalo

"Siempre me han sido indiferentes los problemas sociales y me he limitado a utilizar el material que casualmente tenía a la mano, como un comensal voluble esboza una escena callejera en el mantel u ordena simétricamente una miga de pan y dos aceitunas entre el menú y el salero. Un resultado divertido de esta indiferencia ante la vida comunitaria y las intrusiones de la historia es que el grupo social introducido casualmente bajo el foco artístico adquiere un aire falsamente permanente... 
"Como todos saben (para emplear una famosa frase rusa) mis obras no sólo han recibido la bendición de una total carencia de significación social, sino que también son a prueba de mitos; los freudianos revolotean ávidamente en torno a ellas, se aproximan con oviductos ardientes, se detienen, huelen y retroceden. Por otra parte, un psicólogo serio puede distinguir a través de mis critográmas chispeantes un mundo de disolución anímica en el cual el pobre Smurov sólo existe en cuanto se refleja en el cerebro de los demás..."

Los anteriores son fragmentos del prólogo de El ojo, de Vladimir Nabokov, recién sumado a mi biblioteca, ese lugar del que tanto se discute su necesidad o no. Digamos, por decir, necedad: me gusta estar ahí. En fin, además de El ojo, están en fila india para ser leídos Rey, dama y valet; Barra siniestra; La defensa; Vals y su invención; Mashenka; Ada o el ardor, y El tiranicida, todos de don Vlad. Espero acabarlos pronto y dejarlos en el espacio de los ya leídos de, con cariño, don Nabo: Lolita, Risa en la oscuridad, Pnin y Pálido fuego.

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