Hay personas —entre las que me cuento— que detestan los finales felices. Nos sentimos engañados. El mal es la norma. Nada debería entorpecer al destino. La avalancha que se detiene sobre sus pasos a sólo un par de palmos del acobardado pueblecito no sólo se comporta de forma antinatural sino también antiética
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Existen ciertas mujeres adorables cuyos ojos, gracias a una casual combinación de brillo y forma, no nos afectan directamente, en el momento de la tímida percepción, sino a modo de aplazado estallido acumulativo de luz que se produce cundo esa cruel persona ya está ausente, y permanece en cambio el angustioso dolor, y sus lentes y lámparas se instalan en la oscuridad.
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Si las personas vuelven a reunirse en el cielo (no lo creo, pero lo supongo), ¿cómo podré impedir que se me cuele, que me invada esa cosa marchita, desamparada, lisiada que es su pobre alma? Pero es la tierra y, curiosamente, estoy vivo, y la vida y yo...
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Un sacapuntas —ese instrumento tan satisfactorio, tan filosófico, que, ticonderoga, ticonderoga, se va alimentando de barniz amarillo y dulce madera, y que termina en una especie de insonoramente giratorio vacío eterno, tal como nos ocurrirá a todos.
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La genialidad es inadecuación [...] Para los Wind, Victor era un niño problemático por el simple hecho de negarse a ser un niño problemático.
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Entre las diversas cosas divertidísimas que enseñaba Lake se encontraba su definición del espectro solar, que para él no era un círculo cerrado sino una espiral de matices que van desde el rojo cadmio y los anaranjados, pasando por el amarillo de estroncio y un paradisiaco verde pálido, hasta los azules cobalto y los violeta, momento en el cual la secuencia no vuelve gradualmente al rojo sino que pasa a otra espiral, que empieza con una suerte de gris espliego y continúa hasta unos tonos cenicienta que trascienden la percepción humana.
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Del pabellón semisfixiado sobre las acacias llegaban fragmentos de una acalorada discusión entre el profesor Bolotov, catedrático de Historia de la Filosofía, y el profesor Chateau, catedrático de Filosofía de la Historia:
—La Realidad es Duración —estallaba una voz, la de Bolotov.
—¡No lo es! —exclamaba el otro— ¡Una pompa de jabón es tan real como un diente fósil!
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—Oh no —dijo Chateau—. Cualquier día la perderá —añadió, señalando la cruz ortodoxa griega sujeta a una cadenita de oro que Pnin se había quitado del cuello y colgado de una ramita. Su brillo dejó perpleja a una libelula que volaba por allí.
—Quizá no me importaría perderla —dijo Pnin—. Como sabe usted muy bien, la llevo sólo por motivos sentimentales, y los sentimientos empiezan a resultarme una carga muy pesada. Al fin y al cabo, este intento de mantener una partícula de la propia infancia en contacto con el esternón es casi exclusivamente físico.
¡Delicioso!
ResponderBorrarGenial, Vladimir Nabokov. No sé si leíste en su momento una de las entradas que dediqué a este escritor único. Sus textos no tienen desperdicio.
ResponderBorrarSi no has leído "Lolita", ponlo en los libros pendientes, no te arrepentirás.
Ya sabes que a partir de ahora te visitaré algo menos, pero lo haré.
Un abrazo.
¡Que si la ha leído! No deja de hacerlo. Lolita y Alicia, grandes amoresdel Crimentalista.
ResponderBorrarAnónimo 1: ¿Delicioso? Gracias, pero ¿y qué te pareció el texto?
ResponderBorrarMercedes: Lolita y Pálido uego son mis otros acercamientos a Nabokov, como dices, no tienen desperdicio. Cuando gustes aquí tienes tu casa.
Anónimo 2: sí, junto con Mariana, Becky, Scherezada y otras más son parte de mis amores literarios, pero tienen un lugar especial.
Gracias por la lectura. Un abrazo.