Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz. IV. Comedias, Sainetes y Prosa / Edición, introducción y notas de Alberto G. Salceda. – [1ª ed.].– México, DF.: Fondo de Cultura Económica/Instituto Mexiquense de Cultura, 1957. – Biblioteca Americana. – Serie de Literatura Colonial. – 720 p. – ISBN 986-16-4471-9
Sobre la obra de Sor Juana Inés de la Cruz hay que considerar todas las precauciones para no caer en los apasionamientos propios de la lectura de sus escritos o de su vida misma, tal como lo aconseja el editor de este tomo de sus Obras completas. Ahora reseñaré brevemente algunos de sus textos que tienen relación con los temas del género y la diversidad sexual.
Acerca de Los empeños de una casa debo decir que sólo consideré la lectura de las tres jornadas de que se compone, dejando a un lado las loas y sainetes intermedios, que corresponden al plan de montaje original. Esta comedia de enredos escrita en verso es perfectamente entendible, salvo por algunas referencias literarias muy específicas, algún uso de acentuación arcaico o conjugaciones verbales que hoy nos parecen imposibles.
La trama, ambientada en Toledo, gira en torno a los enredos que se dan por los amores cruzados de sus personajes: Doña Ana ama a Don Carlos y a su vez es amada por Don Juan; Don Pedro, su hermano, ama a Doña Leonor, pero ésta es correspondida en amores por Don Carlos, de tal suerte que al coincidir todxs en la misma casa, pero con identidades cambiadas, se van dando una serie de malos entendidos y supuestos, aunque todo termina de feliz modo, tal como lo indica el género dramático en el que está escrita la obra. Al enredo central hay que sumarle las aventuras de personajes secundarios como Celia, la criada bribona de Doña Ana y compinche de sus maquinaciones, Castaño, el criado de Don Carlos, fiel y servicial, y Don Rodrigo, el padre de Doña Leonor, al que únicamente le importa que su hija se case para que no pierda la honra.
La obra es extraordinaria y debo confesar que me produjo más de una buena y grosera carcajada, con lo cual pretendo decir que su humor es por completo vigente. Precisamente sobre el personaje de Castaño, el criado de Don Carlos, moreno y de origen americano, recaen las escenas más graciosas al lado de Celia. Ahora bien, el humor de este personaje podría desprenderse del travestismo que realiza en algún momento del embrollo, y estoy seguro que esa era la intención en este tipo de comedias, que provocaban gran hilaridad entre sus espectadores; a lo que voy, es que no es exactamente debido al hecho de usar ropas de mujer siendo hombre, lo que provoca la risa, sino a las acciones que realiza ya estando travestido y habiendo confundido a los demás personajes, incluso, hasta llega a ser pedido de mano por Don Pedro que lo cree Doña Leonor, a lo cual acepta, y, todavía en chanza, cuando ya se ha descubierto el enredo, se atreve a reclamar la promesa.
Resulta maravilloso el primer momento en el que usa las ropas de Doña Leonor, por un encargo que le había hecho su amo, pues desde el primer instante no sólo adquiere superficialmente la identidad de mujer sino que él mismo comienza a llamarse en género femenino, y jamás, durante el tiempo que así permanece, se queja de su trance y hasta parece disfrutar del engaño. Se pone guantes y atipla la voz para ir muy coqueta a decirle unas cuantas verdades a su enamorado. Tampoco se trata del burdo truco del hombre disfrazado de mujer para galantear a otra, sino que Castaño ve en esto la oportunidad para divertirse y desde luego para dar testimonio de la fidelidad por su amo.
Por lo demás y fuera de este gran personaje, sólo podemos encontrar otros ligeros asuntos, por ejemplo, los intercambios de halagos entre las dos damas rivales, al inicio de la obra, ligeramente lesbieróticos, o bien, un dejo de homofobia, cuando Doña Leonor describe a Don Carlos con todos los atributos de la belleza, y que sumados al valor del mismo, no hace que en él surjan rasgos afeminados; ambas cuestiones deben considerarse siempre bajo la reserva de lo anacrónico que resulta esta perspectiva de lectura.
Por lo que respecta al escrito epistolar Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, del cual se han extraído gran cantidad de datos biográficos de la poeta novohispana, debo decir que no concuerdo con el editor del tomo sobre la intención de la escritora. Creo que bajo el velo de una retórica de humildad y con mucha ironía, lo que hace Sor Juana es poner en evidencia las carencias intelectuales de su destinatario y a su vez justificar sus mayores aptitudes para las letras. Esta carta la escribe Sor Juana luego de que el obispo de Puebla publicó sin su consentimiento un texto de la poeta en el que ella disentía de los argumentos de un erudito religioso portugués (la Carta atenagórica); pero no contento con eso, traviste su identidad, haciéndose pasar por una tal Sor Filotea de la Cruz, y le manda una carta a Sor Juana en la que la reprende por no haber considerado en su obra los temas religiosos con preferencia de los versos mundanos.
La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz es entonces una apología de la vida, la obra y las acciones de la monja jerónima, en voz propia. Sobre los temas que nos ocupan, podemos leer la carta desde una perspectiva de género, en la que veríamos a una mujer segura de sí misma que va relatando su vida, en la cual aparecen varios episodios que se alejan de la norma tradicional de género de la época: por ejemplo, el negarse al matrimonio desde muy temprana edad, tener intenciones de asistir a la universidad y para ello valerse del travestismo, aunque sólo quedara en la mente ingeniosa de una niña, o bien, el mutilar su apariencia femenina, como cortarse el cabello, en castigo a la lentitud del método autodidacta que seguía. Por otro lado, resulta todo un descubrimiento para mí, el hecho de que Sor Juana utilice dos recursos modernos para afirmar su propia identidad de mujer estudiosa: uno es hacer listas de personajes famosos, en este caso, de mujeres sabias, que a lo largo de la historia han realizado parecidas acciones en circunstancias semejantes; y otro es el de reinterpretar algún pasaje bíblico en función de la moral contemporánea. Estos dos recursos son frecuentemente utilizados por personajes de la cultura homosexual moderna para autoafirmar su posicionamiento ante la sociedad; aunque no pretendo partir de un falso silogismo, es decir, no estoy tratando de decir que si Sor Juana hacía listas y practicaba una hermenéutica alternativa de las Sagradas Escrituras, ella sea homosexual, sino que me llama la atención el hecho de que los heterodoxos de Occidente puedan recurrir con efectividad a tales prácticas. Sobre los personajes que destacan en las listas de la monja podemos encontrar a la reina de Sabá, las sibilas romanas, la filósofa Hipasia de Alejandría, Santa Teresa, la reina Isabel la Católica, desde luego Santa Paula, y a su contemporánea, la reina Cristina de Suecia, aficionada, por cierto, al travestismo.
Sobre la hermenéutica alternativa, pero no herética, podemos destacar el hecho de que reinterpreta los textos paulinos que mandan callar a las mujeres en las congregaciones, de acuerdo al contexto y a las prácticas culturales del momento en el que fueron escritos, apoyándose en algunas autoridades de la Patrística y sobre todo en San Jerónimo. Al final, sea la intención que sea, la imagen que queda de Sor Juana es la de una mujer erudita con vastas lecturas que iban desde la Biblia, hasta los clásicos grecolatinos, los santos y doctores de la Iglesia y desde luego los literatos e intelectuales de su época, todo lo cual le permitía hablar con propiedad y fuerza; es decir, era una mujer poderosa, una mujer que transgredía los atributos tradicionales de su género, para tomar por mano propia los del mundo masculino.
Sobre las demás obras de este tomo puedo decir que me baso en prólogos y otros estudios que me guiaron para centrarme sólo en aquellas que pueden aportar mayores indicios para lo que busco; pero no está de más mencionar un poema, que aparece previo a la primera jornada de Los empeños de una casa, y que al parecer toma como inspiración a la virreina María Luisa Manrique de Lara. Se trata del texto Letra que se cantó por “Divina Fénix, permite” …, en el que se hace una alabanza a esta mujer.
Si quieres leer este tomo consúltalo en la Biblioteca Central del Estado con la signatura topográfica: 868M / J74 / V. 4
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