lunes, junio 25, 2018

Donald Hall (1928-2018)

«Los poetas necesitan el intercambio con otros poetas. Necesitan mentores, amigos, críticos, personas con las cuales conversar. No es fortuito que Wordsworth, Colerigde y Southey hayan sido amigos en su juventud. Si Pound, H.D. y William Carlos Williams no se hubieran conocido, ¿habrían sido los mismos? Siempre hay sus lobos solitarios, pero no tantos. La historia de la poesía es una historia de rivalidades y amistad, no sólo para los grandes poetas muertos sino también para los jóvenes de hoy. Mis cuatro años en Harvard coincidieron con la presencia de Frank O´Hara, Adrienne Rich, John Ashbery, Robert Bly, Peter Davison, L. E. Sissman, Kenneth Koch; mientras a Princeton acudían Galway Kinnel y W. S. Merwin. No podría decir que fuéramos como un círculo de costureras, no puedo decir que nos hubiéramos ayudado a menudo, ni siquiera puedo asegurar una empatía entre todos. Lo que sí puedo decir es que éramos afortunados de tenernos cerca para los propósitos de un debate.

[…]

El problema del aislamiento geográfico del estadounidense es real. Cualquier plaza remota puede ser un sitio poético —imaginado, recordado, vivido—, pero casi a cada poeta le es necesario un exilio, el viaje para el regreso —un exilio rico en contradicciones y afirmación personal. El New Hampshire central, o la Olimpyc Peninsula, o Cincinnati, o la llanura de la soya en el Minnesota occidental, o el Este meridional pueden brillar en la médula de su obra y su vida; pero si usted no abandona estos lugares es poco probable que crezca lo suficiente para la creación. Éste es un fuerte desafío para el artista talentoso que teme abandonar su hogar —definido éste como el primer lugar que se deja, y al cual se regresa luego...»

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