jueves, octubre 06, 2016

Autocrítica - Julian Barnes

«Así, con el libro a punto de ser publicado, yo ya estaba preparado para el fracaso. Yo sabía las debilidades de mi propia novela (siempre lo hacemos). Y autoprotectoramente decidí escribir de antemano la opinión más extravagante y condenatoria que posiblemente podría recibir sobre Metroland. Fue elaborada por "Mack the Knife" y "apareció" en el Daily Sniveller. Así comenzaba:
Hubo un tiempo en que hubo una criatura llamada el joven sensible. A menudo se le concedió ganarse las mayúsculas, así: el Joven Sensible. Floreció en el tiempo, a la sombra y, a veces, escondido en el hombro de Oscar Wilde. Escribió novelas no porque tuviera algo que decir, sino porque quería ser novelista. Ser novelista es, pensaba, algo bueno.
Mack the Knife trabajaba luego en el libro, sobre su falta de originalidad, su indiferencia hacia el modernismo, su insipidez. Condescendiente, admitió que Barnes "no escribe de manera poco elegante" y "ocasionalmente da con una frase afortunada", al tiempo que señalaba que "un puñado de francés no puede ocultar la pobreza de la imaginación del autor, y la brevedad de la novela no es, por desgracia, garantía contra el tedio". Concluyó:
En los viejos tiempos, el Joven Sensible, después de producir su novela, pudo volver a caer en la oscuridad del libro-examen y del vino-y-soda; en su edad madura puede escribir muchas cartas a los periódicos; y en la vejez, atarse a una silla de ruedas en su club, él se revela a si mismo como un filisteo incesante, lo que había buscado ocultar en su manifestación anterior. Debemos desearle bien al Sr. Barnes al embarcarse en este viaje inevitable.
Mi "plan" era que si cualquier revisor identificaba todas las fallas que Mack señaló, renunciaría a la escritura de ficción. Pero quizás algo de mi suerte fue que, en 1980, todavía existía una generosa tradición que las primeras novelas (y los primeros novelistas) debían ser tratados con indulgencia. Y así Metroland escapó bastante a la censura, e incluso entró en las ediciones de bolsillo. Su publicación también activó algún disparador psico-literario en mí: para mi sorpresa, las ideas para novelas posteriores comenzaron a llegar con bastante rapidez. Parecía que no iba a ser novelista de una sola novela, después de todo. Aunque todavía estaba de piel sensible y desconfiaba de los juicios, continué con mi tradicional avance de auto-revisión de mi segunda novela, Antes de conocernos ("Cuando el señor Barnes no está siendo sensible es vulgar, aparentemente obsesionado en esta ocasión con ruidos inferior del intestino; parece incapaz de apreciar que la mayor parte de la vida tiene lugar en el punto medio entre 'ser sensibles' 'y 'pedo'"). Después de esto, me rendí al masoquismo.»

Fragmento de "Why I wrote an extravagantly damning review of my own debut novel", en The Guardian.

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