jueves, septiembre 29, 2016

Escribir novela negra

Fragmento de "Escribir novela negra", de Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

«Ya se sabe que iniciar una novela no es algo baladí, y finalizarla menos. En este tipo de novelas muchos se precipitan y Keating confiesa que su mujer (la actriz Sheila Mitchel) se lo ha echado en cara tras leer varias de las suyas. Para que el lector acabe la historia a gusto, hay que redondear la obra de manera que pueda notar el final no sólo visualmente sino de un modo mucho más sentido y profundo. Insiste: “Deberíamos tratar de conseguir un efecto similar al de las últimas notas de una sinfonía; oyéndolas, aquel que las escucha sabe que ha llegado el final, que el trabajo está acabado”.

»A la hora de ponerse a escribir, da el consejo de todos los demás autores, “escribe”. Y otro consejo también conocido por todos: es necesario tener en cuenta a los grandes novelistas del pasado, esos cuyas obras demuestran intensidad aún hoy. Opina que esa intensidad reside en las palabras. “Tenían el don de saber utilizar la palabra exacta, y no otra. Y esa aspiración es la que todos deberíamos tener en mente. Cada vez que usamos una palabra que no es la correcta generalmente no nos molestamos en eliminarla de esa vívida descripción que podemos haber escrito. Y hacerlo de forma repetida puede acabar ofuscando nuestra historia.” Reconoce que no es fácil conseguir esa palabra justa, pero para que nadie desista alude a que el mismo Simenon tenía que cambiarse de camisa tras una hora ante su máquina de escribir debido al sudor que generaba su esfuerzo.

»Keating también reconoce que de Graham Greene aprendió a llevarse a la cama lo escrito ese día para leerlo. Así el subconsciente se prepara para el trabajo del día siguiente, aunque no está de más releer las últimas páginas antes de empezar.

»Asimismo no olvida lo que el novelista indio R. K. Narayan pronunció en un programa de televisión. Dijo que cada vez dedicaba más tiempo a la corrección y revisión del texto “para poder hacer que valga la pena que se imprima”. Por esto, Keating afirma que al final, una vez escrita la novela, “hay que intentar acallar al creador para dejar salir al crítico”. Porque está convencido de que “es en los pequeños detalles donde radica la diferencia entre un libro que está bien y un libro que el lector no olvidará, o quizá entre un libro que rechace un editor y uno que esté deseando publicar”.»

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