Es el amor que imagino. Si se puede hablar entonces de una tarea de la poesía, esa tarea es la de curar las palabras, la de salvarlas de su agonía para que otra vez puedan evocar y hacer cotidiana la plenitud a veces terrible de la existencia, vale decir, para que puedan nuevamente hacer vivo el latido de Dios entre nosotros. Esa fue la estremecedora plenitud de Sófocles y Esquilo, de los antiguos profetas, de las elegías que nos han legado los poemas náhuatl. Casi tres milenios más tarde, en una de sus poesías más extraordinarias: España, aparta de mí este cáliz, Vallejo vio en la letra, es decir, en los átomos indivisibles de las palabras, el origen de la pena. El pensaba en el castellano y en la destrucción que significó su imposición en este continente. En realidad, todas las lenguas han nacido de una destrucción y de una muerte y de allí para adelante su misión era levantar una nueva tierra frente a lo destruido. Es en eso en lo que radica su sacralidad y su fracaso y es en eso donde radican también la sacralidad y la redención de la poesía.»
(Completo por acá, en letras.s5.com)
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