miércoles, abril 30, 2014

Niño con libro de mariposas

"A partir de la edad de siete años, todo lo que sentía en relación con los rectángulos de luz solar enmarcada estuvo dominado por una única pasión. Si mi primera mirada de la mañana buscaba el sol, mi primer pensamiento estaba dedicado a las mariposas que éste engendraría. El acontecimiento originario fue bastante trivial. En la mata de madreselva que colgaba sobre el respaldo tallado de un banco que se encontraba justo enfrente de la entrada principal, mi ángel de la guarda (cuyas alas, con la sola excepción de la ausencia de la aureola florentina, recuerdan las del Gabriel de Fra Angélico) me señaló un raro visitante, una espléndida criatura de color amarillo pálido con manchas negras, almenados azules, y un ojo cinabrio en cada una de sus negras colas orladas de amarillo. Mientras exploraba la flor inclinada de la que pendía, levemente doblado, su empolvado cuerpo, sacudía incansablemente sus grandes alas, y mi deseo de conseguirla fue uno de los más intensos que haya experimentado jamás. Agile Ustin, el conserje de nuestra casa de la ciudad […] consiguió atraparla con mi gorra, tras lo cual la llevamos, gorra incluida, a un armario, en donde Mademoiselle confiaba que la naftalina casera la matara en una noche. A la mañana siguiente, sin embargo, cuando ella misma abrió el armario para sacar alguna prenda, mi macaón, con un potente susurro, voló hacia su cara, y luego se dirigió hacia la abierta ventana, para no ser al poco rato más que un punto dorado que se abatía y fintaba y planeaba hacia levante, por encima de los bosques y la tundra, camino de Vologda, Viatica y Perm, y más allá de las severas crestas de los Urales, hacia Yakutsuk y Verkhne Kolymsk, y de Verkhne Kolymsk, en donde perdió una cola, a la bella Isla de St. Lawrence, y a través de Alaska hasta Dawson, y en dirección sur, siguiendo las Rocosas, hasta ser finalmente capturada, después de una carrera de cuarenta y seis años, sobre un diente de león inmigrante situado al pie de un álamo endémico cerca de Boulder...

"Debía de tener yo unos ocho años cuando, en un desván de nuestra casa de campo, entre una enorme variedad de objetos polvorientos, descubrí unos libros maravillosos adquiridos en la época durante la que la madre de mi madre se interesó por las ciencias naturales e hizo que un ilustre catedrático universitario de zoología (Shimkevich) le diera clases particulares a su hija. […] Entre los herbarios repletos de aguileñas alpinas, valerianas azules y flores de Júpiter, y rojo-anaranjadas azucenas silvestres, y otras flores de Davos, también encontré en ese altillo otros libros más próximos a mis temas preferidos. Bajé en mis brazos maravillosos cargamentos de volúmenes superlativamente interesantes: las maravillosas láminas de insectos de Surinam realizadas por Maria Sibylla Merian (1647-1717), y el noble Die Schmetterlinge de Esper (Erlangen, 1777), y los Icones Historiques de Lépidoptères Nouveaux ou Peu Connus de Boisduval (París, a partir de 1832). Más emocionantes incluso eran los productos de la segunda mitad del siglo: la Natural History of British Butterflies and Moths de Newman, Die Gross-Schmetterlinge Europas de Hofmann, las Mémoires del gran duque Nikolay Mihailovich sobre lepidópteros asiáticos (con ilustraciones incomparablemente bellas debidas a Kavrigin, Rybakov, Lang), y la maravillosa obra sobre Butterflies of New England de Scudder."

Vladimir Nabokov, Habla, memoria 

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