martes, febrero 04, 2014

Por la ventana

I

“Pobre hombre”, diría quien lo viera. Pobre.

Lo bueno es que casi nadie lo ve. Todo el día mirando por su ventana, anclado a una silla de ruedas que ya no puede mover ni siquiera por el cuarto. Su cuerpo es un objeto más, como los que lo rodean, una mesa con florero, una cama, una bacinica abajo de la silla, una boca arrugada y marchita. Sólo los ojos se animan cuando ven pasar a alguien o algo por su ventana.

Todos miramos por las ventanas al oir un ruido extraño, o para ver quién llega a la casa del vecino. Todo ser humano gusta de investigar qué pasa allá afuera, pero a ratos, como un desfogue. Casi nadie se vuelve un mirón profesional como los gatos, que pueden pasar horas viendo un rayo de sol. Las paredes pintadas de blanco tedio, igual que el techo. Sólo la necesidad, a veces la curiosidad, nos hace ver por la ventana lo que no tenemos adentro de la casa. Mirar para ser parte de algo. Casi nadie tiene “su” ventana.

El viejo mueve sus ojos para asir las imágenes. Su cuerpo es parte de la silla de ruedas, un objeto sin sensaciones, el cerebro es otra cosa. Trabaja atando lo que ven sus ojos con recuerdos y sueños. Cada animal, cada persona que pasa, los cambios climáticos, le recuerdan cuando podía andar allá afuera sin problemas, hará unos veinte años, cuando podía ir a hacer trabajos o incluso a perder el tiempo en lugares que después se convertirían en recuerdos, en lugar de esperar a que éstos pasaran por la ventana.



II

Al menos me tocó buena vista, hay casas bonitas y pasa mucha gente, tan diferente. Puedo imaginar muchas historias aunque no pueda contarlas. Es divertido ver por la ventana tantos rostros bonitos y feos, arrugados como yo o como pompis de recién nacido. Podrían haber sido mis amigos. Tal vez un día nos hubiéramos agarrado a fregadazos.

Esa señora pasa todos los días a las nueve. Ha de regresar de misa de ocho, la que da el padre Armando. Mi novia también iba a misa todos los días, y a la misma hora. Desde que murió ya ni pienso en sexo, más que en los sueños. De cualquier manera no importaría si viviera o si sigue muerta. Con lo que sirve mi cuerpo... sólo le daría trabajo y lástima.

Ah. Aquellos señores tienen cara de pingos, no le quitan la vista a la muchacha que va delante de ellos. Es guapa a su manera, pero no como mi difunta, digo. La muchacha esa sabe lo que tiene, se va meneando mucho, como si siempre tuviera detrás un par o más de viejos libidinosos. Mi chaparrita hermosa... Fuimos felices el riempo que estuvimos juntos, en las buenas y en las malas, aunque la verdad siempre fueron más malas. Nunca hubo un problema que no pudiéramos solucionar. La señora que ahora pasa frente a mi ventana va siempre sola, sin marido, cuando yo siempre acompañé a mi muñequita a misa, al menos los domingos. Aún se siente bien rezar...



III

El cadaver ya tenía varias horas de serlo cuando lo encontraron, con su boca inútil mostrando el último intento de una sonrisa, y con los ojos abiertos.

—Pobre. Tantos años encerrado encerrado, a oscuras. Sentado frente al espejo, sin nada que hacer. Se ha de haber aburrido horrores.

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