Castigado por los dioses, te elevo una y otra vez y cuando estás arriba, escrita, nada; hay que empezar de nuevo. Ni como desertar. Palabras condenadas a derretirse, que empujo cuesta arriba, sin utilidad.
No quiero hacer olas, pero me vi en tus ojos y me sonreíste y me quedé poetificado, vuelvo a empezar sin querer, porque te quiero. Ya sin truenos, sirena, sigo lloviendo; seguiré tarareando tu canto atado al mástil: es hora de buscar otro mar. Empieza el viaje.
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