sábado, septiembre 17, 2011

El mito de Sísifo y la democracia

A poco de iniciar la contienda electoral de 2012 hay varios escenarios factibles, pero a juzgar por el índice de abstencionismo en recientes jornadas regionales, por las encuestas y el cuestionamiento a participantes, medios y arbitros de los procesos, va a ser una elección difícil.

Recordemos el mito griego de Sísifo, quien condenado por los dioses era obligado una y otra vez a empujar cuesta arriba una enorme piedra. Al llegar a la cima de la montaña la piedra caía, por lo cual él debía bajar y reiniciar su castigo. Pero acerca del mito, el escritor Albert Camus advierte: “Uno debe imaginarse a Sísifo dichoso”.

Así la democracia, la construcción de una vida social. No sólo en la temporada electoral, se deben construir todos los días la sociedad y sus reglas, sus resultados, porque cada día la piedra cambia de lugar, desciende, y hay que empujarla una vez más hacia la cima. “El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre”, dice Camus, y es el ciudadano común, no los partidos, quien debe empujar la existencia de procesos que ayuden a democratizar a las instituciones.

A raíz de las recientes disputas en torno a la conformación del Consejo Estatal Electoral en nuestro estado, se ha puesto en la agenda pública el tema de la definición de ciudadanía. No debe ser un Consejo de Expertos, dicen unos; debe haber conocimiento previo y su consecuente responsabilidad, responden otros.

En San Luis Potosí —lo que podría estar sucediendo a nivel nacional—, se considera sinónimo de ciudadanos elegibles a quienes tienen “buen nombre” o “fama pública”, Como si no fueran ciudadanos tanto los consejeros como los representantes de los partidos políticos o los políticos de carrera. La diferencia es la creación de intereses, la representatividad de alguien en su barrio, empresa o colonia. En el trabajo. El buen nombre lo puede tener alguien en su comunidad rural o en una oficina donde evita la corrupción, o promueve el trabajo en equipo, aunque el que más se destaca es el que se adquiere en organismos, instituciones, asociaciones, oficinas académicas o gubernamentales. La ciudadanía es un concepto valioso, en constante cambio por las necesidades de una sociedad demandante y cada vez más informada.

Cuando se habla de cuotas de género, o de representantes de la diversidad o necesidades diferentes —en cualquiera de sus vertientes— es en buena medida por la cerrazón que ha privado en la vida institucional, ya que lo ideal sería que esta participación se dé naturalmente, sin imposiciones ni porcentajes, sin nombres. Las inconformidades deberían ser las menos. Todas las voces merecen ser oídas, respondidas y respetadas, y la contraparte debe corresponder en la misma tónica.

Cuesta trabajo ir cuesta arriba, pero hay que buscar la participación de muchas personas, la voz de otras, construir entre todos un futuro mejor para México. Ese es el papel que debemos buscar, una participación ciudadana, fuera de los partidos políticos, para ver que cada elección sea mejor, que se afiance (o se recupere) la credibilidad ganada con tanto esfuerzo por varias generaciones.

Albert Camus centra su magnífico ensayo en lo que sentía Sísifo, pero habría que pensar si había espectadores, o algunos dioses que le impusieron el castigo iban a mofarse de él, o a compadecerse como pasó con Prometeo. ¿Cuál es el papel de cada quién? Platiquemos y discutamos.

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