lunes, diciembre 19, 2022

Escribir sin levantar la cabeza - Fabio Morábito

Tuve un maestro que nos leía cuentos mientras paseaba por el salón de clases. Sostenía el libro abierto en la mano derecha y guardaba la izquierda en el bolsillo del pantalón, que sacaba para dar vuelta a la hoja y, aprovechando el gesto, propinaba un coscorrón a los que hablaban o miraban por la ventana. Si la falta era más grave interrumpía la lectura, cambiaba el libro de mano y asestaba con la derecha un golpe tremendo en la cabeza del desgraciado de turno. 

Lo veo todavía en su eterno traje gris, gastado de tanto uso, caminando entre los pupitres. Su manera de sujetar el volumen abierto con una mano, ocultando la otra en el bolsillo del pantalón, me hizo entender a carta cabal qué es un libro. La mano golpeadora, oculta en el bolsillo, era la misma con que daba vuelta a las páginas con suma delicadeza. Ese hombre, cuya autoridad sobre nosotros era inmensa, con un libro en la mano sufría una metamorfosis, un ablandamiento que llegaba a cambiarle los gestos y la voz. 

Con ello se nos hacía evidente el ascendente que un libro, ese objeto relativamente sencillo, podía tener sobre una persona. No nos cautivaba tanto el relato como la transformación del maestro. Pero nadie podía considerarse a salvo, y cuando sacaba la mano del bolsillo para dar vuelta a la hoja volvíamos a temblar. La mano aguardaba unos segundos, lista para descargar un golpe sobre algún desprevenido. Esa pausa, apenas perceptible si el cuento tenía atrapado a nuestro verdugo, se alargaba peligrosamente en caso de que el relato fuera flojo. Aquello representó una lección duradera de bien escribir. 

No me cabe la menor duda de que a menudo un buen cuento, y a veces tan solo una buena línea, nos ahorró unos certeros golpes en la nuca. Habría, pues, que escribir siempre así: bajo una constante amenaza física, en un pupitre incómodo, con la cabeza gacha y rogando por la eficacia de cada frase. Pero hoy, por desgracia, en la inmensa mayoría de los talleres de literatura solo se enseña a escribir con la frente en alto.

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