En mi ciudad muchos charcos sobreviven varias horas después de la lluvia, así de dispareja está.
Quizá es la ineptitud de las autoridades, que no han hcho bien las cosas: muchas calles siguen pareciendo caminos para caballos.
Quizá sus adoquines guardan la memoria de La Corriente, del Río Tlaxcala o los Charcos de Santa Ana. Mi ciudad es narcisa y se enamora de su reflejo. Se duplica.
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