«[El Vampiro de la colonia Roma] tuvo muchas reseñas, muchos comentarios en la prensa, tanto favorables como desfavorables; hubo críticas muy buenas; por ejemplo, y cuando se tradujo al inglés hubo comentarios muy serios y muy analíticos. Y sí hubo comentarios negativos, pero lo curioso es que siempre abordaban al texto desde un punto de vista moral, más que como un hecho literario; es decir, a mí me habrían dolido los ataques si hubieran hablado mal de la novela; si hubieran dicho está mal escrita o tiene fallas en su estructura, o, en fin, ese tipo de comentarios más relacionados con el texto. Muchos comentarios fueron de índole moral; decían que el libro debería venderse envuelto en plástico para que no lo hojearan, porque era pornográfico: pero a mí ese tipo de ataques no me dolían; al contrario, me daba gusto, me halagaba, porque era una señal de que el libro movía algo. Hubo incluso quien me dijo que habían quemado ejemplares del libro en una ciudad de provincia. ¡Qué honor!, ¿no?...
«Siempre me he preocupado por el habla, por lo coloquial, el juego verbal. Siempre siento que he tenido ese interés dentro de mi trabajo, desde incluso antes del Vampiro. Por una parte, pero al mismo tiempo también me interesa trabajar otros estilos, recuperar otras formas de expresión por medio de la parodia, por ejemplo: del cine, de la novela popular, de estilos que podrían ser más acartonados si tú quieres, o más formales o más elaborados; entonces, siempre han estado presentes el interés por lo coloquial, a veces incluso de una manera excesiva, y por otro lado por jugar con una mayor elaboración formal. Y en esa época que me preguntas estaba El vampiro… que era una novela muy coloquial, pero también había otros textos en los que tenía otros intereses formales…»
Entrevista de Miguel Ángel Muñoz en La Razón
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