No me escuches; mi corazón se ha roto.
No veo nada objetivamente.
Me conozco; aprendí a escuchar como una psiquiatra.
Cuando hablo apasionadamente
es cuando menos soy confiable.
Es muy triste, de verdad: toda mi vida me han elogiado
por mi inteligencia, los poderes de mi lenguaje, de mi intuición
—al final están desperdiciados—
Nunca me veo a mí misma
de pie en los escalones de la entrada. Sosteniendo la mano de mi hermana.
Por eso no puedo darme cuenta
de los moretones en su brazo donde termina la manga...
En mi propia mente, soy invisible: por eso soy peligrosa.
Gente como yo, que parece desinteresada
somos los lisiados, los mentirosos:
somos los que deberíamos ser tomados en cuenta
en beneficio de la verdad.
Cuando estoy callada, es cuando la verdad emerge.
Un cielo despejado, las nubes como blancas fibras.
Debajo, una casita gris. Las azaleas
rojas y rosa brillante.
Si quieres la verdad, tienes que cerrarte
para la hermana mayor, bloquéala:
Cuando lo vivo duele eso,
en su funcionamiento más profundo,
toda la función se altera.
Por eso no soy confiable.
Porque una herida en el corazón
también es una herida en la mente.
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