domingo, mayo 10, 2020

De distopías, especulaciones y viajes en el tiempo


El túnel del tiempo
A.F. Molina

Aquel escritor ambicionaba, más que otra cosa, que le dedicaran una calle en el pueblo de su mujer, el gran amor de su vida. En aquel pueblo había pasado la orfandad de su niñez.

Nadie en el lugar tenía la menor idea de la real importancia de su obra y, sólo cuando ya muy anciano la evidencia se impuso, le dedicaron una calle.

En aquel momento el escritor estaba lejos. Pasaba una temporada con un amigo científico. Este amigo consiguió crear el túnel del tiempo. Un túnel individual que sólo servía para una vez. Le invitó a que entrara en el túnel y se trasladara a la época deseada. Entró el escritor y convertido en niño recorría las calles de su infancia en el pueblo de su mujer, y allí apedreaba la placa de la calle que le dedicarían pasando el tiempo.


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Además:

"No se salga del sendero", mi columna de esta semana en Pulso.

El cuento inspirador: "El ruido de un trueno" de Ray Bradbury.

Un fragmento de Los riesgos de los viajes en el tiempo de Joyce Karol Oates.

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El cuento de la criada (fragmento)
Margaret Atwood

La sirena suena sin cesar. Éste era el sonido de la muerte, el que usaban las ambulancias o los bomberos. Probablemente hoy también sea el sonido de la muerte. Pronto lo sabremos. ¿Qué será lo que Dewarren dará a luz? ¿Un bebé, como todas esperamos? ¿O alguna otra cosa, un No Bebé, con una cabeza muy pequeña, o un hocico como el de un perro, o dos cuerpos, o un agujero en el corazón, o sin brazos, o con los dedos de las manos y los pies unidos por una membrana? Es imposible saberlo. Antes podía detectarse con aparatos, pero ahora eso está prohibido. De todos modos, ¿qué sentido tendría saberlo? No puedes deshacerte de él; sea lo que fuere, tienes que llevarlo dentro hasta que se cumpla el plazo.

En el Centro nos enseñaron que existe una posibilidad entre cuatro. En un tiempo, el aire quedó saturado de sustancias químicas, rayos y radiación, y el agua se convirtió en un hervidero de moléculas tóxicas; lleva años limpiar todo esto a fondo, y mientras tanto la contaminación entra poco a poco en tu cuerpo y se aloja en tu tejido adiposo. Quién sabe, tu misma carne puede estar contaminada como una playa sucia, una muerte segura para los pájaros de las costas o los bebés en gestación. Si un buitre te comiera, quizá se moriría. Tal vez te encenderías en la oscuridad como un reloj antiguo. Como un reloj de la muerte, también es el nombre de un escarabajo que se oculta en la carroña...



Markian Lozowchuk | macleans.ca)
Más de El cuento de la criada acá, en Bitácora de vuelos.

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