Esta luz que viene hasta nosotros
del fondo mismo de la noche
quizá resulta demasiado grande
para beberla al despertar. No sé
qué extraña suerte me condujo aquí.
Hecho con los pedazos de otros hombres
tan condenados como yo, me veo
frente a esa luz y a solas,
como si un alba ajena me arrojase
sobre un lecho de plumas
demasiado pequeño para tanto amor.
Conozco ahora las dificultades
de huir remando al viento. Sobre el agua
no quedan flores que me cubran, ni
es mi rostro el que flota en la corriente.
Tal vez si el mundo un día
deja de odiar su imagen, lo que soy
cuando se mira en mí, pueda yacer
junto a un cuerpo desnudo, como un túnel
por donde atravesar la madrugada
y ya no importe ni me duela
que este paseo por el lago dure una eternidad.
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