"Todas las ciudades tienen ejemplares de esta pintoresca especie. Sin embargo, los escritores locales vienen en presentaciones diversas: mi favorita es la que, dejando claro que no ha leído ciertos pasajes de la Biblia, se autodenomina “Vaca Sagrada”, como si el término fuera una medalla. Recuerdo con horror cuando se me hizo la encomienda que desataría una revolución: publicar mediante dictamen. El primer paso fue redactar la convocatoria, para hacerla más profesional, revisé a fondo las convocatorias de editoriales comerciales y culturales. El resultado fue muy básico: estipulaba el perfil de nuestra editorial, señalaba los géneros solicitados y establecía lineamientos de presentación de originales bastante comunes (esto para evitar seguir recibiendo manuscritos sin engargolar o sin datos de contacto); además marcaba algo sin precedentes: fecha límite para recibir propuestas. ¡Vaya atrevimiento el mío! Los reclamos presenciales no pararon de llover: ¿ cómo se me ocurría poner que hasta mayo se aceptaban libros, si todo mundo sabe que la inspiración puede llegar en cualquier época del año? ¿Cómo que no me podía esperar dos meses más, hasta que el maestro de su taller sabatino lo revisara con lupa? ¿Cómo que no aceptaba libros incompletos, si seguro podrían terminarlo más o menos para el verano? ¡Cuánta necedad de mi parte!..."
En Letras Libres, "Memorias de una editora al servicio del Estado"
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