En la columna de hoy ("La llama doble: amor y violencia") añadí esta posdata.
Mamá China era una mujer de Tierra Caliente. Contaba que la intensidad de una picadura de alacrán varía según la personalidad de a quien le pican; y que una vez que la picó uno, el animalito nomás se retorció en su mano. Era muy fuerte. Tuvo 11 hijos, gustaba de ir a misa y a las corridas de toros. Todo mundo la saludaba en Apatzingán: ¡Adios, doña Vicky! ¡Ay, amigo!, me decía Mamá China, mi tía, antes de compartir anécdotas y sonrisas, en mi querido Apatzingán. ¡Ay amiga, descansa en paz!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario