martes, septiembre 04, 2018

Al leer una novela - Orhan Pamuk

Observamos la escena general, seguimos la narración.

Transformamos las palabras en imágenes mentales.

Otra parte de nuestra mente se pregunta hasta qué punto la historia que cuenta el escritor es una experiencia real, y qué parte es producto de la imaginación.

No obstante, nos preguntamos: ¿es así la realidad?

Bajo la influencia de tal optimismo, juzgamos y nos deleitamos con la precisión de las analogías, del poder de la fantasía y la narración, de la acumulación de frases, de la música y la poesía secreta e ingenua de la prosa.

Realizamos juicios morales sobre las decisiones y el comportamiento de los protagonistas; al mismo tiempo, juzgamos al escritor por sus juicios morales en relación con los personajes. El juicio moral es un lodazal inevitable de la novela.

Como nuestra mente realiza todas estas operaciones de forma simultánea, nos congratulamos de nosotros mismos por el conocimiento, la profundidad y el grado de comprensión que hemos alcanzado

Mientras tiene lugar toda esta actividad mental, nuestra memoria trabaja de forma intensa e incesante… como si pretendiéramos aprender de memoria todas las hojas de un árbol. (Referencia a “Funes, el memorioso”, cuento de Jorge Luis Borges, que páginas después mencionará).

Buscamos el centro secreto de la novela con una gran atención.

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En Libreta de Autor, de Jorge Alberto Pérez

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