—No puede ser. Eres escritor —dije yo— y has visto mil películas, has leído mil libros y memorias, y conoces a personas de carne y hueso que están sinceramente enamoradas. […] ¿Piensas que actúan? Tú has escrito libros enteros, cuentos y escenas en las que los personajes están profundamente enamorados. Quiero decir… que no me lo puedo creer. ¿Cómo podías escribir sobre el amor si no creías que existiera?
—Justamente, querida —me dijo—. Los escritores se inventan cosas”.
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En El arte de pedir
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