»Para ser poeta —y la carencia de eso es algo que para mí es muy notable en todos los poetas que escriben a partir de los cuarenta y tantos, cincuenta años, los poetas mayores, los poetas viejos—, es necesaria una sensualidad verbal, un dejarse llevar por las palabras que de joven quizá es excesivo, te dejas llevar demasiado, pero de mayor es demasiado exiguo. Las palabras tienen que fascinarte, tienes que tener una sensualidad verbal que te empuje.
P. ¿Se parece al amor?
»Sí, se parece mucho a tener esa sensualidad verbal. Lo que ahora yo me considero incapaz de hacer —en los poemas de Moralidades hay mucha sensualidad verbal, pero son poemas escritos absolutamente en la forma que describe Edgar Alan Poe en The philosophic compositions—3 son poemas planeados con cartabón y escuadra, planeados hasta en el número de versos y los movimientos que deberían tener. Ahora, a partir de cierta edad es difícil aliar esa sensualidad —que es sobre todo instintiva— con una visión fría y mental de lo que quieres hacer. Generalmente, lo que me pasa ahora es que se me ocurren versos, pero no se me ocurren ideas de poemas, o que se me ocurren idas de poemas que me dejan absolutamente frío.
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