sábado, octubre 08, 2016

Libros sin firma - Eusebio Ruvalcaba

«Y entonces se paró, buscó en su clóset, puso en un bote de basura las doscientas páginas que yo había escrito para ella, y las quemó. Yo vi aquellas llamas y me dio exactamente lo mismo. Nunca le he dado el menor valor a lo que escribo. Para mí era como si se estuviera friendo una quesadilla de flor de calabaza. Pero ella se puso a llorar y me amó como nunca lo había hecho). Si la admiración era la cadena con que la tenía atada, pues entonces tenía que hacerla inquebrantable. Y de mi cuenta corría que esa admiración no cesara. Uno tras otro, los poemas que escurrían de mi pluma no tenían otro cometido más que hacerla mía, más que mía: mi sombra. De por vida. Ahora comprendo que no debí ser tan ambicioso.

»Atrás de la literatura no hay nada. Nos hace girar como marionetas manejadas por un novato, para luego arrojarnos contra la pared y dejarnos embarrados como moscas. Y pensamos que estamos escribiendo páginas valiosas. Vemos nuestra foto en los diarios, nuestra imagen en la tv, guau, qué maravilla, ya eres un grande, así haz de escribir. Nada de esto pasaría si los libros fueran anónimos, si no figurara el nombre del autor en la portada. Que simple y llanamente se escribiera por el solo hecho de escribir. La vanidad entonces se desplomaría como las torres gemelas. Debería haber una editorial que sólo publicara libros sin firma. Yo compraría esos libros; pero quién sabe si publicaría ahí.

"Confesiones porcinas", en La Crónica

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