miércoles, julio 06, 2016

"La política de la pasión" (fragmento) - Diana Taylor

¿Cómo pueden los espectadores y comentadores concebir este fenómeno? Los críticos le exigían a los manifestantes: ¡expresen sus demandas! Slavoj Žižek, quien se opuso a las manifestaciones hasta que decidió apoyarlas, acusó a los manifestantes del Reino Unido de ser “matones” cuya “protesta de cero grados” fue una “acción violenta que no exigía nada”. ¿Dónde estaban los performatives? Como dice Arditi, Žižek mantuvo que los “participantes no tenían mensaje alguno que comunicar y se asemejaban más a lo que Hegel llamó la turba que a un embrionario sujeto revolucionario.” El problema para Žižek no es la violencia callejera sino su falta de autoafirmación, “la rabia impotente y el desespero enmarcados en un despliegue de fuerza; la envidia enmascarada como un carnaval triunfante” (Žižek 2011). Un tiempo después, por supuesto, Žižek reclamaba la consigna de “ocupar primero y exigir después”—los animatives antes que los performatives. Lo que tuvo acogida en México, en España, en Occupy Wall Street, sin embargo, fueron los animatives. La ocupación del espacio público con carpas, librerías, espacios para reunirse, centros de alimentación, centros de comunicación digital y mucho más tuvo acogida alrededor del mundo. Los movimientos y los gestos implicaban la repetición, la citación y la improvisación. A todo el mundo se le ocurrieron todo tipo de actos para instruir y divertir. Figuras como el movimiento Anonymous rechazaron la tentación de un liderazgo claramente individuado—todos forman parte del 99%. Estos gestos animados escenifican la política de una presencia unificada de masa. La negativa de Occupy Wall Street de formular exigencias, de enfocar su fuerza en una o más causas habla por sí misma. Pero aquí, una vez más, estos movimientos solo funcionan si más personas se unen. Yo propondría que nuestro rol (y aquí me refiero a Žižek, Arditi, a mí misma y a todos los que escriben sobre estos movimientos) no es el de intentar liderar ni prescribir sino más bien el de asistir, especialmente en el sentido de asistir físicamente a las protestas. Significa legitimar el acto de ocupación por nuestra presencia, física o virtual, como agentes aludidos. Una vez más, como en el caso de México, la noción misma de lo ‘REAL’ está siendo debatida y construida. ¿A quién le compete decidir? ASISTIR significa defender, ensanchar, asegurarse que las injusticias que nombran no solo son suyas—las injusticias de un grupo carente de representación política como muchas veces lo pintan los medios—sino nuestras también. Todos estamos, al fin y al cabo, invocados en el 99%. La belleza del 99% es que aboga por la solidaridad y la identificación, no por un protagonismo individual de figuras reconocidas. Aquí, también, estamos hablando de redes distributivas. Los Žižeks e incluso las Jesusas del mundo no pueden liderar este tipo de movimiento que requiere un práctica individual y rutinaria que desborda a las individualidades. Como decían los manifestantes mexicanos, la democracia no se trata de votar cada seis años sino de defender el voto. Un manifestante de Occupy Wall Street lo formuló de una manera ligeramente distinta (aunque yo también edité su declaración): No se puede hablar de una vida sexual cuando uno tiene relaciones una vez cada seis años. La política es un compromiso constante, un acto diario, una forma de imaginar el futuro, un acto de hacer algo y una cosa hecha—definición que, incidentalmente, corresponde a la del performance.

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