Les voy a contar lo que me dijo
en los años justo antes de la guerra
como la llamábamos entonces
la segunda guerra mundial
no pierdas tu arrogancia todavía me dijo
ya lo podrás hacer cuando seas viejo
pues si la pierdes demasiado pronto
sólo habrás de reemplazarla con vanidad
sólo una vez me sugirió
cambiar el orden acostumbrado
de las mismas palabras en un verso
para qué señalar dos veces la misma cosa
me sugirió que le rezara a la musa
que me pusiera de rodillas y rezara
allí mismo en un rincón y lo decía
en el sentido literal de la palabra
eran los días antes de la barba y la bebida
pero ya estaba muy metido en sus propias ondas
y las navegaba con el mentón y la cabeza
inclinados como una balandra al garete
era más viejo que lo que las fechas decían
mucho más viejo que yo andaba en los treintas
y hablaba con un acento nasal afectado
que creo había adquirido en Inglaterra
por lo que toca a las publicaciones me aconsejó
que cubriera la pared con las cartas de rechazo
sus labios y los dedos de sus largos dedos temblaban
con la vehemencia de su visión sobre la poesía
me dijo que la gran presencia
que permitía todo y todo lo transmutaba
en la poesía era la pasión pues la pasión
era el genio y él alababa el movimiento y la invención
apenas había comenzado yo a leer
cuando le pregunté cómo podía estar seguro
de que lo que uno escribe es realmente
bueno y me contestó que era imposible saberlo
es imposible nunca puedes estar seguro
te vas a morir sin saber de cierto
si algo de lo que escribiste valía la pena
y si tienes que estar seguro mejor no escribas.
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W.S. Merwin, Después de los alfabetos. Antología poética, 1952-1993,
Prólogo: Octavio Paz, W.S. Merwin, Alberto Blanco, traducción y selección: Alberto Blanco, Pura López Colomé, Hotel Ambos Mundos/Fideicomiso para la Cultura México-USA, México, 1996.
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