Antes de ella yo no tenía prisa, veía pasar la vida sin más esperanza que la de llegar a viejo. Estaba dormido cuando ella pasó diciendo mi nombre, como enloquecida. Murmuraba algo sobre un reloj y unas manecillas enloquecidas. ¿Dónde están tus guantes?, me preguntó. No hay tiempo qué perder, añadió.
Hasta después me enteré que era sonámbula.
Pero me siguió hasta mi madriguera y cayó conmigo y me compartió sus sueños. Yo no recordaba nunca los míos y me apropié de ellos.
Yo era un simple conejo. ¿Por qué ella tenía qué pasar dormida? ¿Por qué soñó conmigo?
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