sábado, abril 16, 2016

Esta maldita manía de nombrar

¿En serio siguen escribiendo así, no ha habido cambios?, me dijo Leonardo, enojado. El maestro se mesó la barba y regresó a hacerme la autopsia. De mi craneo extrajo un par de libros.

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios", susurró Alguien al oído de alguien más. Otro lo escribió. Y sin embargo hoy me encuentro sin verbo, sin ese aliento que debería estar guardado en mi cajón, junto a los cigarros.

Día Mundial del Arte, en días en los que casi nadie recuerda al polímata italiano, en que tan pocos leen, experimentan. Asuntos nimios ocupan la cartelera, la discusión es sobre cotianeidad. La duda existencial es una costumbre en retirada: ¿dudar, tratar de recordar? Para qué, gugliemos y vayamos a lo que sigue.

"Y Dios el Señor formó de la tierra todos los animales y todas las aves, y se los llevó al hombre para que les pusiera nombre. El hombre les puso nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves y a todos los animales salvajes, y ese nombre se les quedó".

Dedicado el séptimo Día a descansar, el Creador oyó (soñó) cientos de nombres, nuevos verbos. Crear, nombrar. Y así ha seguido, entre tantos sueños. Y cada quien saca nombres de onomatopeyas, cerradas, entre unos cuantos. Cada vez más textos y menos contextos.


¿Por qué no hay un verbo derivado de arte? El arte se hace, se siente, se desmenuza y se echa como condimento en casi todo. Hacer arte, hacer el amor. Del sustantivo coito surgió el verbo coitar, tan poco usado. De arte hay adjetivos (artístico) y otros sustantivos (artista), pero a la hora de hacerlo no hay regularidad o irregularidad que valgan.

Urge un verbo, para conjugarlo, en todas las personas y en todos los tiempos. De cualquier modo. Pero artear no suena bien. Artistear suena despectivo. ¿Obradeartear, quizá?


Falta un verbo porque a veces no se hace arte, o no se hace el amor. Se sienten, se viven.

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