jueves, marzo 19, 2015

Y lo que viene - Tomás Calvillo Unna

“Porque soy como como el árbol talado,
que retoño:
y aún tengo la vida”.
Miguel Hernández-Joan Manuel Serrat

El gobierno está estresado y ansioso, y eso no ayuda, solo dificulta aún más los complejos problemas que lo rodean; al reaccionar en lugar de responder da cabida a los que tienen como opción la mano dura, la inflexibilidad y el orden entendido como silencio, uniformidad y complicidad. Así tendríamos que entender los últimos eventos, las piezas de un rompecabezas que se colocan y diseñan posibles escenarios.

Primero, el nuevo ministro de la Corte, que representa los enlaces entre los servicios de inteligencia públicos y privados, dentro y fuera del país. Su posición es estratégica no necesariamente para cubrir las espaldas al gobierno en un futuro no lejano, no, esa no es su tarea principal. Él está para las negociaciones que palpitan debajo de las transacciones legales; los que pueden seguir y los que no en el mercado de lo ilegal, administrado otra vez desde un sector del poder judicial, político y económico del país, es saber que ha estado en el ámbito de su competencia y conocimiento. La información de los adversarios en sus manos tendrá consecuencias jurídicas, el peso de lo judicial sobre lo político será el contexto.

Por eso lo más grave no es si el ejecutivo violentó la independencia de la Suprema Corte, lo desafiante para comprender lo que viene está en el poder autónomo que asume el nuevo ministro.

En los viejos tiempos autoritarios que parecieran retornar, un perfil como el suyo en términos del cúmulo de información estratégica, estaba subordinado al Ejecutivo. Recuérdese el caso de Gutiérrez Barrios, además de su distancia con el poder económico. Por eso intriga cual es la sombra que en silencio se desplaza por los laberintos del poder, ¿qué están preparando? o ésta es una lectura equivocada, una más enmarcada en esa teorías de la conspiración que con frecuencia solemos traer a colación a falta de mejores argumentos.

Lo de Carmen Aristegui, es una primera señal, no fue la casa blanca el único asunto y probablemente ni el más relevante, eso ya se estaba procesando. Pero tampoco es ajeno a ese contexto más amplio de los usos entre el poder económico y político, sus presiones, extorsiones y mutuas distorsiones que producen, debilitando así al estado de derecho y la vida democrática. Atrapados en ese contexto de fragilidad estructural se dan las batallas entre principios e intereses donde vulnerabilidad e incertidumbre son el sello de casa.

Lo único claro es que lo que cocinan algunos grupos huele mal, bastante mal.

Si con el crimen y desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa el eslabón más débil de la nación se rompió, la censura a Carmen Aristegui y su equipo fue la gota que derramó el vaso de la opinión pública del país.

Una vez más se manifiesta una ciudadanía enojada, que lo único que la reúne es su indignación en medio de una escasa y fragmentada organización. Falta una palabra que unifique, que articule, un texto que sea el espejo donde la diversidad democrática del país se reconozca y permita recuperar la transición perdida y evitar que el mundo de las mazmorras comience a emerger aquí y allá.

La censura a Carmen me recuerda cuando te ponían en la primaria Durex en los labios para que dejaras de hablar y por supuesto que a los pocos minutos volvía uno a decir y decir, porque la libertad de expresión es algo que no se puede impedir, es el oxígeno de la vida pública, de la comunicación con los demás; es también la tarea de la conciencia.

La cultura de la represión quisiera otra vez anidar en la sociedad mexicana, y ciertamente ya está causando más que dolores de cabeza, a pesar de que ya no tiene nada que hacer, su lógica es una regla rota en las palmas enrojecidas de los ciudadanos que resisten estos estertores de quienes comienzan a dar golpes a diestra y siniestra. No hay futuro para la censura, por eso Carmen Aristegui y su equipo ya están de vuelta. Miles están hablando ahora por ellos, están dando la noticia de lo que les pasa y de lo que nos pasa.

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