"Creo que en la opinión de la gente sobre los libros contemporáneos, nadie se atiene a su propio juicio sino al prestigio del consenso. […] Por estas cosas se cometen toda clase de injusticias, se admira a los admirados, se hunde a los hundidos. Aunque de vez en cuando alguien piensa que conviene levantar a un hundido. Sucedió con Roberto Arlt, con Horacio Quiroga, con Gombrowicz, con Faulkner. Hay una serie de autores que son inexpugnables, admirados por todo el mundo, y a mí nunca me han atraído. Siempre he querido aplicar mi juicio con entera libertad de las opiniones ajenas...
"Con los libros clásicos el asunto es mucho más difícil, el hecho de que el consenso esté con un libro, hace que ese libro sea el centro de una tradición y de una literatura. Por ejemplo, Wells dice que si escucháramos los versos de La Odisea cantados por Homero, nos parecerían los versos de un payador de segunda. Desde luego, él no usa la palabra «payador», pero es la idea que da en un comentario que hace en contra de los clásicos griegos. Pero ¿puede uno rechazar La Odisea cuando alrededor de ella hay cantidad de excelente literatura? Esa es la actitud que yo quiero tener con los contemporáneos. Me resulta bastante más difícil con los clásicos, con Dante, por ejemplo, Borges señala con inteligencia que el Infierno de Dante quiere ser muy terrible y sin embargo nunca es tan terrible el infierno que muestra. Esa es una especie de fracaso de Dante, pero los versos son tan lindos, y hay tantas cosas en ellos, que no nos importa...
"Me parece que cada uno tiene que ser respetuoso de su propio criterio, y desarrollarlo. ¿Qué somos los escritores? ¿Por qué vamos a ofrecer nuestros libros, y ser eco de todos los movimientos, que hay? ¡Entonces son libros de corderos, de ovejas! Un escritor es, precisamente, lo contrario de eso..."
(Tomado de Biblioteca Virtual Cervantes)
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