domingo, julio 13, 2014

El insomnio - Antonio Muñoz Molina

«En algunos viajes se sobrelleva el insomnio como una maleta muy pesada; esa maleta que se ha subido y bajado por escaleras, que se ha recogido de cintas transportadoras, que se ha ido volviendo una roma compañía, que se ha levantado con dificultad para depositarla en el portaequipajes de un taxi. De una noche a otra, el insomnio se ha ido agravando, se ha adaptado a los sucesivos tamaños mezquinos de las habitaciones de hotel, se ha dejado adivinar en la perspectiva de un corredor vacío y en el dibujo de la moqueta. Al abrir la puerta con la llave magnética, en la primera ojeada a la cama y a la luz recién encendida en las mesas de noche, el insomnio es otro huésped fantasma que se ha adelantado para ocupar su sitio. El insomnio es una criatura de las habitaciones de hotel como el pulpo gigante lo es de las profundidades submarinas. La presencia exagerada del televisor enfrente de la cama ya anuncia las deshoras inevitables frente a la pantalla encendida. Las cortinas en la ventana están de antemano ligeramente separadas para permitir el paso de la primera claridad del día que advertirán los ojos extenuados de permanecer abiertos...

Hay que encender la luz de nuevo. Hay que mirar la hora. Hay que elegir entre quedarse en la oscuridad con los ojos muy abiertos o apretando los párpados y capitular del todo al insomnio. En el extremo del cansancio es posible alcanzar una serenidad resignada, y entonces la privación del sueño se convierte en una conquista: horas por delante de un silencio muy limpio, en las que será posible leer sin ninguna interrupción, oyendo si acaso, cuando se acerque el amanecer, un canto solitario de mirlo. El purgatorio del no dormir se transmuta sin esfuerzo en un paraíso de lectura...

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