lunes, febrero 17, 2014

los peores procrastinadores

Algunos fragmentos de Why Writers Are the Worst Procrastinators, de Megan Mcardle:

"Con los años, he desarrollado una teoría sobre por qué los escritores procrastinamos tanto: éramos demasiado buenos en la clase de Literatura. La mayoría fuimos chicos que, con facilidad, casi automáticamente, tuvimos un 10 en la clase de Literatura. […] Esto nos enseña una muy mala y muy falsa lección: que el éxito en el trabajo depende en gran medida del talento natural. Desafortunadamente, cuando eres escritor profesional estás compitiendo con todos los otros chicos que tuvieron 10 en sus clases de literatura. Tu material […] no puede ser ya el mejor...

"Enterarte de que no eres tan bueno como pensabas a veces no es una oportunidad para mejorar, es una señal de que tal vez deberías mirar en una carrera menos exigente, como trapear pisos. Este miedo a ser desenmascarado como el incompetente que "realmente" eres, es tan común que en realidad tiene un nombre clínico: síndrome del impostor [...]

"Nuestro sistema educativo está casi diseñado para fomentar una mentalidad inamovible. Piensa acerca de cómo funciona una típica clase de literatura: lees un "gran obra" de un autor famoso, discutes cuál es su mensaje, y cómo el autor usa el lenguaje, la estructura y las imágenes para transmitirlo. […] Los estudiantes rara vez pueden echar un vistazo a los primeros borradores de esas obras. Todo lo que ven es el producto final, amorosamente pulido por un par de escritores y editores de muy alto brillo. […] "Tú nunca ves los errores, ni la lucha", dice Dweck. No es de extrañar que los estudiantes tengan la idea de que ser un buen escritor se define por no escribir cosas malas [...]

"Esta nueva generación fue criada para creer que no debe haber ganadores ni perdedores […] Todo el mundo, sin importar lo ineptos que sean, quiere un trofeo. A medida que estos niños ingresan a su esfera laboral, los gerentes se quejan de que los nuevos graduados esperan que el lugar de trabajo sea una réplica del ambiente acogedor y bien estructurado de la escuela. Exigen tareas concretas, bien definidas y retroalimentación constante, como si estuvieran todavía tratando de averiguar lo que va a venir en el examen. "Es muy duro darles un voto negativo sin aplastar su ego", dijo uno de los empleadores, Bruce Tulgan, autor de No todo el mundo tiene un Trofeo. "Caminan pensando en que saben más de lo que saben […]"

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