miércoles, septiembre 25, 2013

La máquina de cantar (fragmento) - Gabriel Zaid

"Nadie elige a su amor", escribió Machado. Lo que pasa es que dos seres abstractos se vuelven de pronto concretos al reconocerse. Se manifiestan en su ser concreto el uno para el otro, se ven como únicos que son, no el Único o la Única [en cuyo caso seguirán siendo abstractos, aunque absolutos: idolatría romántica]. Lo que pasa es que los encuentros abstractos pueden ser producidos de mil maneras sin que signifiquen nada hasta que se vuelven concretos. Cualquiera puede juntar palabras, hasta una máquina amaestrada. Lo que requiere "genio" es leer. Leer es lo que puede convertir una posibilidad abstracta en un acto libre concreto. Leer es lo que estaba escrito desde antes, o desde siempre, lo que la mano va profiriendo, o el viento fisicoquímico asociando en las hojas sueltas del árbol de la memoria, o todo lo que puedo encontrar materialmente y revelárseme y revelarme. Esta tarde tus ojos. Lo que requiere genio es el amor. Nadie es un Genio, un Escogido en el sentido de Único idolátrico o aristocrático. La genialidad no es una categoría ontológica, sino un estado de inspiración. El genio es más propio de una pareja que de una sola persona.

Sin embargo, ser persona es precisamente hacerse cargo de sí mismo como un ser abierto, desbalanceado, gravitante hacia la comunión personal, hacia la vida inspirada. Y hay actos inspirados que avivan esa tensión a los otros concretos, que nos despiertan del tráfico abstracto, que nos liberan, que exigen un ejercicio de nuestro ser concreto y así nos enfrentan a nuestra propia gravitación, a nuestra carencia, a eso único necesario que es el amor. Esos actos exigen la totalidad de nuestro ser, no nada más los ojos o tal o cual entrenamiento. Por eso nos reconstituyen, nos desalinean, nos recobran como totalidades, aunque sea temporalmente y con el riesgo de otro género de alienaciones.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario