Preguntar quién soy es una cuestión retórica.
Que ya no soy Crimentalista, dice el arca de la alianza Blogger porque lo dice el dios Google.
Que debo fusionar mis perfiles como si pudiera
(man)tener una sola personalidad.
Como si me conformara con una sola firma o hubiera elegido mi nombre
o ya no debiera llamarla princesa, u orquidea
o bella genio o diosa o conocimiento.
O escribiera de temas que no me llaman la atención,
o viajara en el tiempo.
Como si supiera cómo. Envidio a los que me han sacado de su vida,
fue tan fácil.
En el espejo sigue un tipo que no tiene nada que perder,
sólo a mi,
para ser feliz.
Lo pienso. Lo haría.
Lo siento.
(Como escribió una amiga, "nadie puede
pasar mucho tiempo
sin decir lo que siente").
Que ya no soy Crimentalista.
Ya no lo era, como escribí hace tiempo en un post.
Y lo borré.
Y luego lo dije.
Y hoy lo callo.
A veces.
Total.
Escribo.
¿Han pasado una temporada en una clínica contra el estrés?
(¿esa a la que algunos le llaman manicomio?)
Hoy salí, vendado y vedado. O alguien salió,
no importa quien pasó por el quicio,
desquiciado
desahuciado.
Ya no lo era.
Un día más,
mientras estalla de una vez por todas mi cabeza (pólvora de infiernitos)
en noches como la de anoche,
mientras pueda regresar de las lagunas mentales,
tan dolorosas, que hoy me atacan
(todo brilla, todo es desánimo afuera,
adentro aún hay latigazos de miradas, palabras),
mientras el cuerpo se echa a perder y deja de estorbar
y ya no firmo como lo que creí ser,
aquí sigo o seguimos.
Todos y nadie.
Escribo, escribimos.
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