martes, mayo 10, 2011

Las solteronas, personajes del ayer

"Atrás de la imagen de la “madrecita santa” encontramos a madres agotadas, hartas, golpeadoras, ambivalentes, culposas, inseguras y deprimidas. El mito encubre los descuidos, aberraciones y crueldades que muchas madres –sin duda víctimas a su vez– ejercen contra sus hijos. Pero, sobre todo, la hipervaloración social de las mujeres como madres y el nivel de gratificación narcisista que alienta dificultan que ellas mismas vean ese “trabajo de amor” como una labor que requiere ser compartida y contar con apoyos sociales". Martha Lamas
El día de las madres se felicita a todas, si no por mamás, por "mamacitas", y entre broma y broma de toques machistas se amplía el espectro significativo de lo maternal a todo lo femenino. Ya se habla menos de que alguien "se está quedando (a vestir santos)", pero aún se liga el rol reproductivo con "la realización", lo cual no siempre resulta, ni para las mujeres ni para los hijos. Así, mujeres que "a cierta edad" no tienen hijos, tengan o no pareja, son inquiridas en voz baja por familia y amigos: ¿Y por qué no adoptas?

Le comentaba a alguien que ser madre no debería ser un título dado a cualquier mujer que lleva un producto humano en la panza, que debería ser dado con los años y con exámenes, y tras lograr que ese producto se humanice. Muchas amigas y familiares, cierto, merecen el título con creces.

Hoy el no casarse está a la alza, cuando hay otro sistema de prioridades. Está a veces la unión libre o incluso la elección de no tener pareja. Releo algunos fragmentos de El presente insoportable, de Alfredo Pavón, donde trata el tema de las solteronas, personaje literario y real "de los de antes", cuando, entre otras circunstancias, siempre tocaba en suerte a alguna hija hacerse cargo de sus padres, que para eso la habían traído a este mundo, o hubo un terrible desengaño o... muchas causas:

"Vidas calladas, sordas, sin brillo, proclives a la pasividad y a la repetición. ¿Qué se oculta tras esa máscara de gesto inalterable? Atrás del disfraz corre, subterránea, una historia que desmiente el vacío de la solterona, bulle una corriente que pronto aflora a la superficie y revela las condiciones, en verdad traumáticas, de un presente insoportable. Es decir, una serie de prohibiciones, inhibiciones, renuncias. La conciencia femenina contempla su presente hostil: no puede ya negarse a hacerlo; y se obliga, como aventura última, a asumir un proyecto con el cual darle otro sentido a su existencia".

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