Fragmento de "El último sol" (1949):
—Tú me ignoras —le dijo a la pequeña capital, cuyas cúpulas surgían entre las pinceladas de verdura—. No conoces al poeta que no supo ganarse los aplausos. Expresé mis deseos y congojas en versos satinados, nocturnos orgullosos; aborrecí las arengas, las hipérboles, las imprecaciones, la frase resonante y el grito colérico; tuve asco de entregarme, de ser fácil a la memoria. Fui lejano y altivo. Y tú, mi ciudad natal, fuiste mi maestra de lejanía y altivez. No supe presentarme en tus juegos florales, ni cantar tu nombre ni tus torres, tus jardines ni tus mujeres: y sin embargo, en cada verso mío se posó tu sello.
—Las bestias salvajes —meditó Leonardo, acercándose a la Caja del Agua, que elevaba en un arriate sus flancos decorados con aules de piedra— cuando se sienten heridos, buscan su viejo cubil. Yo me siento morir y he vuelto a tí, mi ciudad. La vejez me encuentra ignorado hasta el punto de que mi nombre, en el registro del hotel, no ha provocado la atención. Soy un hombre como tantos otros, un viejo sin parientes y sin hogar, al que nadie espera. No me desconsuela mi soledad. Mis versos son lo que quise fueran; dije mi mensaje y no son culpa ni pesar míos que se hayan disipado en el vacío. Y he encontrado estas antiguas piedras, mis campanarios, mis calzadas polvorientas, toda mi ciudad, para en ella concluir un viaje sin destino...
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