Fue hace poco. Ocho días después de que fue oficial, sentí a la primavera aposentarse de la ciudad: adoquines más rojos, mejillas ruborizadas, sudor en las frentes y las alas resguardadas en los árboles. Sobre todo, oleadas de olores y colores, todas las visiones que hibernaban brincaron frente a mí, oleajes en el desierto, flores, muchas flores me asaltaron. Mis pupilas, vueltas locas, ordenaron tomar un puesto estratégico en un café de la plaza para ejercitarse y con esa magia desaparecer otras cuantas hojas en blanco.
Bien plantadas estas letras. La mayoría de los escritores se inspiran con la primavera. Yo no, prefiero, con diferencia, la calma del otoño, cuando todo espera.
ResponderBorrarUn abrazo.