martes, enero 19, 2010

Ideas sobre la universidad, por Daniel Bensaïd

La mayor parte de los estudiantes no se sienten hoy día como “intelectuales en devenir”, acumulando en la universidad capital simbólico. […] La aceleración e intensificación de los ritmos de estudio, la introducción de clases obligatorias y la multiplicación de cursos, seminarios y exámenes, pretende “la sujección disciplinaria al mercado de trabajo y la reducción de la condición estudiantil al estatus de precario en formación”.

La cuantificación mercantil y monetaria del trabajo intelectual proletarizado se vuelve cada vez más problemática y cargada de contradicciones, a las que se esfuerzan en responder con procedimientos de evalución al cual más grotesco […] Pretenden cuantificar lo incuantificable y medir lo inconmensurable atribuyendo un valor mercantil individual a un conocimiento que es resultado de un trabajo social altamente cooperativo.

La cuestión, ni más ni menos, es saber si el conocimiento y la educación son bienes comunes de la humanidad o si deben convertirse en mercancías como las demás. Si la Universidad es una componente inalienable del espacio público, o una empresa de producción sometida a la “economía del conocimiento”.

La libertad académica, tanto de quienes enseñan como de quienes son enseñados, no se confunde con la autonomía. Puede haber autonomía sin libertad, y libertad sin autonomía.

Frente a esta sumisión a la heteronomía mercantil, aparece la tentación de una utopía universitaria, cuya “comunidad” se consagraría a la cultura del saber de manera totalmente gratuita y desinteresada. […] Habrá que declarar por tanto “la esencia” exclusiva de la Universidad y atribuirle el exorbitante privilegio de definir “la vida que valga”. ¿Dónde termina la autonomía y comienza el ghetto, el encierro, la torre de marfil?

Se trata más bien de intentar establecer una especie de dualidad de poder y de legitimidad dentro mismo de la institución: rechazar que el Estado se meta en lo que no le concierne e invada la autonomía pedagógica; y abrirse en cambio a todos aquellos a quienes afecta, tanto a estudiantes y personal no docente como a los demás interlocutores posibles fuera del ámbito universitario. Al precio, desde luego, de provocar divisiones y oposiciones en el seno de la mítica “comunidad universitaria”, cuya supuesta unidad escamotea todo tipo de divisiones sociales y de desacuerdos políticos que la atraviesan.

En los años 60, el proyecto de Universidad Crítica de Berlín, inspirado en la Escuela de Francfort, recordaba que la legitimidad del saber no reside en el saber mismo, sino en sus funciones sociales; y que “el trabajo científico es inconcebible sin una reflexión libre sobre las condiciones políticas de ese trabajo y sin una definición crítica y práctica del lugar de la Universidad en la sociedad”.

Sería más erróneo que nunca tomar la parte por el todo y confundir las únicas “humanidades” de antaño con la universidad en su conjunto, corriendo el riesgo de aislar a las “humanidades” de los otros saberes, y de introducir nuevas divisiones entre personales universitarios. Después de todo, la actividad de pensamiento es sólo una de las modalidades de la actividad humana y de la producción social de los saberes.

Cuando la Universidad “favorece los saberes conservadores”, son “los excluídos, los rechazados a los márgenes” quienes estarían en las mejores condiciones para “introducir innovaciones heréticas”.

Contra los imperativos mercantiles y los controles burocráticos, las fuerzas críticas en el seno de la universidad deberían intentar ligarse con todos los núcleos de producción de conocimiento: movimientos sociales, sociedades, clubs, editores, librerías independientes, para cooperar a la reconfiguración de un espacio público laminado por el horror económico de la lógica neo-liberal.

Artículo completo: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=2565

No hay comentarios.:

Publicar un comentario